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Condecoración al medio ambiente

Avatar del Nelly de Jaramillo

Dentro del concepto de “derechos de la naturaleza” que el país parece haber sido el primero en incorporar a su legislación como “precepto constitucional”, es coherente y lógico que la Municipalidad de Guayaquil planee otorgarles una real “condecoración”: el premio ambiental Guayas y Quil, que se dispensaría a los Árboles y Arboledas Patrimoniales, conforme la ordenanza que se encuentra actualmente en análisis, según ha informado el director de ambiente del cabildo.

La selección de los primeros 200 árboles y arboledas está a cargo de la Fundación La Iguana, constando en ella los más hermosos árboles que en distintas partes de la ciudad nos han impresionado desde hace muchos años, pues hemos estado a su imponente sombra en los parques Seminario y en el parque avenida del Malecón que impulsó León Febres-Cordero y que hoy guarda el monumento a su memoria.

Se destacan sobre todo un imponente árbol de más de 30 metros de altura, el último pijío que queda en Monte Sinaí y un frondoso guasmo de más de 70 años que está en mitad del cementerio municipal que se ha empezado a construir allí. Así como el monumental árbol de caoba de la calle Bálsamos, en Urdesa, dentro del inmueble de propiedad de la familia Guevara Leví, una especie en vías de extinción. En la esquina de Guaranda y San Martín, centro-sur de la ciudad, los dos enormes ceibos implantados en la vereda son un espectáculo de atracción turística. El ruido de loros y pericos que han hecho nido en ellos es a veces ensordecedor, pero es un sonido hermoso, asevera una septuagenaria que testimonia que cuando ella tenía 10 años sembraron tres árboles, pero el choque de un carro destruyó uno, por lo que para protegerlos ubicaron llantas a su alrededor hasta que crecieran.

Y deben constar en la lista la grande y verde ceiba que junto a los dos antiguos árboles con lianas colgándoles como barbas de patriarcas fueron celosamente respetados por los arquitectos norteamericanos que diseñaron el centro comercial Malecón 2000, frente al cual en suerte vivo.