Columnas

Hacia una ciudad más verde

"Es hora ya de que la alcaldesa Viteri comience a hacer lo que no se hizo, empezando por restringir al máximo la depredación ambiental"

La imagen de un oso hormiguero caminando por las instalaciones de una ciudadela de la vía a la costa, que se viralizó en redes sociales, generó preocupación en sus residentes, para quienes la tala y el ruido de las canteras de la zona habría hecho que esta y otras especies animales se vean obligadas a huir de su entorno, poniendo en riesgo la biodiversidad. Fue el motivo de una entrevista a la abogada ambientalista Inés Manzano, quien lo confirmó, agregando que restaba conocer por dónde los animales están bajando para buscar agua fresca, puesto que se había construido en el sitio una vía que partió dos ecosistemas: el que está cerca del manglar y el del cerro, sin que se hubiera hecho algún tipo de corredor o puente por debajo o encima de la vía, que permita el desplazamiento del uno al otro sistema. Y observó, de paso, la falta de planificación municipal, que desperdició la oportunidad de hacer del proyecto Ciudad Nueva, que debía desarrollarse en los terrenos del aeropuerto, precisamente como eso, una “ciudad verde”, con espacios para hacer deporte, piscinas, parques, teatros, y no los oscuros edificios burocráticos que se ha planificado: cemento y más cemento. En Guayaquil se ha descuidado ostensiblemente el espacio público. Tanto el parque Forestal del Centro Cívico, con la falta de mantenimiento de sus hermosas piscinas, que se construyeron hace años para una competencia internacional de salto desde la plataforma de diez m, como el parque Seminario, conocido como “parque de las iguanas” por este singular atractivo turístico, acusan daños estructurales que pueden ser fácilmente remediados, pero ni el Gobierno nacional responsable del primero, ni la Municipalidad -pese a su cacareada Dirección de Turismo-, respecto del segundo, hacen nada para repararlos. Una característica de la administración Nebot, que duró 18 años, ha sido mantener cerrados los parques con altas verjas, incluido el parque Centenario, cuyas puertas de cierran a las 7 de la noche, justificándose en otra falla: la pésima iluminación de todo el sector, que al parecer ha sido clasificada como un problema insoluble. Es hora ya de que la alcaldesa Viteri comience a hacer lo que no se hizo, empezando por restringir al máximo la depredación ambiental.