Columnas

Gratitud y optimismo

'En fin, gracias a todos por hacernos entender que no somos muchos yo sino un solo nosotros, por enseñarnos a vivir en comunidad’.

En estos días de fundadas preocupaciones hemos recibido un vendaval de mensajes: poéticos, de cataclismos, críticos, opiniones de toda índole. Ha fallado una estrategia comunicacional oficial coherente, orientando mejor a la sociedad frente a la intempestiva pandemia.

Al margen de errores y desórdenes en algunos sectores de la población, debe relievarse en el comportamiento social virtudes, como aquel sentimiento que brota de lo más hondo de nuestro interior, que nace del corazón: la gratitud, que pone al descubierto nuestra calidad humana. Hay que agradecer a nuestra esposa (o), hijos, familiares, amigos, que comparten nuestros temores ayudándonos a sobrellevar pacientemente las recomendaciones de quienes por sus conocimientos señalan lo que debemos hacer.

Gracias al personal del servicio doméstico por su íntegra cooperación, a los profesionales de la salud: médicos, enfermeros, tecnólogos médicos, paramédicos, personal administrativo, que arriesgando su propia vida protegen la de aquellos contagiados con esta devastadora epidemia; a los colaboradores de farmacias que exponen su salud para atender la nuestra; a periodistas y medios de comunicación por informarnos y posibilitar un aislamiento menos tensionado; al personal que labora en centros de abastecimiento de productos alimenticios por su invaluable sacrificio; a los que trabajan en la prestación de servicios básicos, en el suministro de gas y combustibles, en el transporte público; al personal de la Policía Nacional y Fuerzas Armadas por cuidar el orden y seguridad; a los que laboran en recolección de basura por mantener el aseo público e impedir más contaminación; a quienes hacen voluntariado. En fin, gracias a todos por hacernos entender que no somos muchos yo sino un solo nosotros, por enseñarnos a vivir en comunidad.

Bolívar, con su inmenso pensamiento de líder nos enseñó: “la ingratitud es el peor crimen que una persona puede atreverse a cometer”, Olmedo en su Canto a Junín nos alertó: “el hombre ingrato es un monstruo que da horror”. Seamos optimistas, confiemos en que superada la emergencia nos espera un mejor futuro.