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Ética y política

"La honestidad no está de moda pero sin ella no hay discurso ni obra que valga"

La honestidad es el factor esencial de toda acción humana. Existe una justificada indignación por la creciente descomposición moral de la sociedad y la impunidad reinante. Esa triste realidad obliga a buscar medios que contrarresten tan destructiva situación, que está haciendo perder cualquier vestigio de optimismo a los 17 millones de ecuatorianos por las acciones u omisiones de decepcionantes gobiernos, especialmente de los últimos 14 años.

Nada perjudica más al país que el robo o mal uso de los recursos públicos. Afortunadamente hay voces y actitudes como las del invariable y convencido demócrata Francisco Huerta Montalvo, que en su implacable lucha contra la corrupción impulsa la formación de un comité que se preocupe por recuperar la ética en la política, convocando a ecuatorianos de reconocida trayectoria y probidad, que al margen de coyunturas electorales, sean permanentes veedores y críticos de todo acto de gobierno que perjudique los intereses nacionales. Es el camino debe asumir la sociedad civil; organizarse y ser militante de la construcción de un mejor Ecuador, no limitarse a ser meros espectadores, mientras mafias sin escrúpulo se llevan en peso lo poco que queda del país.

Por su límpida herencia familiar es inocultable que Pancho es un seguidor de ese símbolo de los escritores ecuatorianos, Juan Montalvo, quien entre sus múltiples legados dejó lecciones de moral, como aquella expresada con hondo patriotismo: “No soy enemigo de individuos ni de clases sociales; donde está la corrupción, allí está mi enemigo; donde está el reinado de las tinieblas, allá me tiro sin miedo”. Esa patria digna, heredada de luminosos luchadores republicanos, es la que hay que defender sin concesiones, emulando a Benito Juárez: “los hombres no son nada, los principios lo son todo”. Esta conducta debe restaurarse en el Ecuador, si no queremos llegar a la tragedia que vive Venezuela, engañada y saqueada por traficantes de mentiras y atracos, que han obligado a su población a emigrar en diásporas incontenibles.

La honestidad no está de moda pero sin ella no hay discurso ni obra que valga.