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Encuentro distante

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Se van esfumando las esperanzas de un acuerdo nacional que enfrente los graves problemas que empujan al país a un abismo de muy difícil recuperación

El actual gobierno planteó en su campaña electoral ser del Encuentro. Ese eslogan ha quedado reducido al bautizo de un proceso penal, según la fiscal general Diana Salazar, de cuya honestidad y patriotismo no se puede dudar, que “encuentra” actos de corrupción en los tres últimos gobiernos.

Se van esfumando las esperanzas de un acuerdo nacional que enfrente los graves problemas que empujan al país a un abismo de muy difícil recuperación. El presidente Lasso ha perdido casi la mitad de su periodo sin decisiones firmes que frenen la corrupción, la demagogia, la delincuencia organizada; no se han corregido deficiencias en salud, vialidad, gasto e inversión fiscal, seguridad social, empresas públicas, arbitrariedades burocráticas; el agro sigue postergado. Con su escaso capital político y baja credibilidad le será complicado ensamblar coincidencias con actores académicos, económicos, sociales, políticos. Su opción es terminar su período en el que deberá lidiar con la oposición radical del expresidente Correa y el presidente de la Conaie, Leonidas Iza, que no avanzan más porque saben que la mayoría quiere paz.

Tampoco se observa más transparencia en las distintas funciones del Estado que fortalezcan la democracia. El país está entretenido en confrontaciones que no conducen a ninguna parte y nos acercan a la triste situación de los antes prósperos países Argentina y Venezuela, destrozados por no haber enfrentado resueltamente la demagogia y la impunidad.

A quienes no se nos ha extraviado el patriotismo recordamos con sana nostalgia que el Ecuador tuvo estadistas de la talla de Olmedo, Rocafuerte, Alfaro, García Moreno (opacado por su sesgo religioso), Velasco Ibarra. Algunos buenos expresidentes contribuyeron al desarrollo del país, incluyendo en esta última etapa democrática, a Jaime Roldós, Osvaldo Hurtado, León Febres-Cordero, Rodrigo Borja, con quienes no se podía coincidir pero que tenían claros conceptos de lo que significa gobernar un país, aunque tuviesen diferentes visiones sobre el rol del Estado.

Hay que recuperar la sensatez. Voltaire advertía: “decimos una necedad, que a fuerza de repetirla, terminamos creyéndola”.