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Derechos, demagogia

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"Los gobiernos buscan ser dadivosos para captar clientes para futuras elecciones, despilfarrando el dinero de los contribuyentes; eso también es inmoral y está destrozando al país"

El Ecuador vive momentos muy críticos, que desbordan lo electoral. Necesita prioritariamente defender su democracia, combatir el crimen organizado, comprender la magnitud de una crisis institucional, ética, agravada por una excesiva fragmentación y radicalización de posturas políticas, de ambiciones personales, a lo que se agrega la escasez de verdaderos líderes, todo lo cual conspira contra la posibilidad de encontrar acuerdos democráticos mínimos que sienten las bases de una consistente recuperación nacional.

Hay que erradicar aquella malsana tendencia que ha echado hondas raíces, de creer que somos titulares de derechos pero no sujetos de obligaciones; no quedan espacios para la viveza criolla. Se busca el poder para administrar sin ninguna austeridad y escrúpulo la riqueza nacional; se ha perdido toda noción de lo que significa el honor de desempeñar una función pública, se ejerce un cargo para enriquecerse ilícitamente o sentirse poderoso. El Estado está reducido a ser un instrumento en beneficio del grupo que gobierna, olvidando que es un ente que se constituye para organizar la sociedad y establecer una convivencia pacífica y ordenada, garantizando niveles mínimos de bienestar compartido.

La frondosa tecnoburocracia cree tener facultades de obstaculizar derechos ciudadanos, en vez de facilitarlos, perturbando las actividades de las personas. La torrentosa demagogia prevaleciente a lo único que contribuye es al engaño, se critica sin hacer propuestas alternativas viables, se ofrece lo que es imposible cumplir. Los gobiernos buscan ser dadivosos para captar clientes para futuras elecciones, despilfarrando el dinero de los contribuyentes; eso también es inmoral y está destrozando al país. La mayoría silenciosa está desprotegida, el que no grita, no coima, o no tiene padrino, está en la más completa desprotección.

La demagogia es la degeneración de una democracia. Hay que aprender del mensaje del premio nobel francés, Albert Camus: “la única rebeldía válida es la defensa de la verdad”, que es difícil investigarla, duro decirla y mucho más duro decirla a quien no quiere oírla.