El miedo, el peor consejero

Lo particular del actual escenario es que el miedo ha hecho que temas que normalmente hubieran sido insoportables para el electorado, ahora no lo sean
Como pocas veces antes, el ánimo electoral ha estado tan marcado por el miedo. Se trata de un factor que mientras más intenso es, menor capacidad de discernimiento le deja al elector. A quien aparezca como el salvador de esta insoportable ola de violencia y terror, nadie le verá defectos o manchas en su hoja de vida.
Este es el mayor riesgo de las elecciones de hoy. Si bien en las anteriores el miedo al regreso de un caudillo autoritario inclinó el voto a favor de determinado candidato, asimismo ocurrió con quienes tenían miedo de la llegada de un gobierno que elimine los llamados privilegios sociales. Miedo ha habido siempre, pero como ahora jamás.
Lo particular del actual escenario es que el miedo ha hecho que temas que normalmente hubieran sido insoportables para el electorado ecuatoriano, ahora no lo sean o que, en su defecto, nadie los quiera ver. La necesidad desesperada de que llegue el superhéroe ha hecho que nadie quiera ver sus manchas. Las denuncias, por ejemplo, que señalan que uno de los candidatos tiene conflicto de interés por los negocios de su familia con el Estado han pasado de agache. Igual con los antecedentes de colusión con funcionarios podridos de corrupción que han tenido esas mismas empresas en un pasado nada lejano. A ese superhéroe se le perdona todo o se le concede el beneficio de mirar a otro lugar. No importa la conducta que haya tenido el candidato en su vida privada, como cuando uno de ellos golpeó inmisericordemente a un miembro de su familia más cercana o, en el caso de otro, de haber pretendido arrebatarle la custodia de una hija a su esposa, abusando de su capacidad de comprar jueces gracias a la fortuna de su dinastía. El miedo hace que todas estas cosas sean intrascendentes, cuando no lo son.
El riesgo de este fenómeno es que asuman el control del país quienes no han tenido reparo en hacer del Estado un botín para los negocios de sus familias o que en sus vidas privada hayan mostrado una miseria incapaz de empatar con los principios éticos de cualquier sociedad decente.
El medio siempre será consejero, pero nunca el mejor. Esa es la tragedia de estas elecciones.