Premium

¿Dónde quedó lo que juraron?

Avatar del María Josefa Coronel

Entonces me pregunto, ¿como humanos, se ha podido aprender la lección de humanidad que se juró?

El número de personas fallecidas e infectadas por COVID-19 se incrementa desde el mes de octubre del año pasado. La lenta llegada de vacunas al país y la irresponsabilidad de la mayoría de la ciudadanía, que irrespeta las restricciones de bioseguridad, han sido determinantes para este mortal ascenso de las estadísticas.

Cuando llegó el COVID-19, se escuchaban voces de propuestas de cambios en los estilos de vida, pero sobre todo en desarrollar nuestra capacidad de apreciar y reconocer a nuestros semejantes, valorar al prójimo y ser más amorosos. Se estrenaron canciones, videos, historias, oraciones, etc. Uno percibía cómo emergía amablemente un deseo universal de aprender una lección de ética y solidaridad. ¿Qué hemos aprendido?

Por un lado, le pedimos al Estado que satisfaga nuestras necesidades básicas y, por el otro, una buena mayoría de gente actúa en contra de su propia salud. ¿Cuántas fiestas han podido salvarse de la Policía?

Pedimos al Estado que haga buenas obras, como lo debe hacer todo buen servidor, que adquiera bienes y servicios de manera transparente, y me pregunto, ¿cuánta gente se inventa gastos o mantiene doble contabilidad para no pagar impuestos?

Le pedimos a los políticos que dejen los insultos y mantengan una comunicación respetuosa, pero mucha gente le abre la puerta a los tan baratos chismes e intromisión a la vida privada de una mujer, peor si es funcionaria. Peor si el estilo de ella no gusta a cierta élite.

Entonces me pregunto, ¿como humanos, se ha podido aprender la lección de humanidad que se juró?

Nuestro derecho a pensar, a opinar y a exigir cuentas claras no se debe mezclar con una corriente violenta de protesta aniquiladora.

El COVID-19 se sigue llevando las vidas por falta de políticas y cuidado ciudadano; la forma violenta de ejercer política se sigue llevando la sabiduría y paz que tanto necesitamos.

Que no se confunda exigencia con destrucción, que no se confunda poder con corrupción, que no se le olvide a nadie que los juramentos se cumplen, que la vida es un regalo y la justicia un deber sagrado.