¡Maestros, “bichos” del futuro!

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"El nivel del sacrificio no puede llevarnos a la extinción ni al cierre; eso estaría condenando a la próxima generación".

Colegas, no estoy proponiendo el saludo de los gladiadores frente al emperador: “los que van a morir te saludan”. Nuestro saludo es: “¡los que vamos a sobrevivir te saludan!”. Saludamos a los niños, a los jóvenes, a los padres, al sector privado, al Estado y a la sociedad toda. Los maestros somos bichos del futuro. El compromiso es ser optimistas; nuestra vocación y carrera se proyectan en el futuro. El futuro de una nueva generación está en nuestras manos.

No permitiremos que se los condene a la ignorancia, a sobrevivir con mentes primitivas, a ser presos de las supersticiones, y privados de las maravillas que ha creado el género humano en filosofía, en las artes, en las ciencias y en cumplir sus sueños cósmicos… y además, condenarlos a la pobreza.

Vienen a mi mente extraordinarios maestros, de Casa Grande, de Fasinarm, del Municipio y sus servicios, y los de Aprendamos, que tuve la suerte de apoyar.

Pueblan mis recuerdos grandes maestros que me formaron en Guayaquil, Quito, Estados Unidos y Francia.

¡Y abrazo a todos los maestros ecuatorianos!

Se están cerrando escuelas, colegios, universidades públicas y privadas. ¡Eso es irrelevante, eso es simplista! Y estamos perdiendo el trabajo para el que nos hemos preparado años.

¡Alto a la agresión a la educación de los niños y jóvenes ecuatorianos!

Alto a la orden de sacrificios suicidas o asesinos. Sacrificios sí. Cada unidad educativa, cada servicio de educación, cada maestro, cada formador de maestro, debe sacrificar parte de su ingreso para que nuestra razón de ser no muera. Pero atención, el nivel del sacrificio no puede llevarnos a la extinción ni al cierre; eso estaría condenando a la próxima generación.

Sí, la prioridad era y es salvar vidas, pero hasta el devastador COVID-19 está tratando con respeto a los menores. Cuidado nosotros, ecuatorianos y ecuatorianas, estamos condenando a muerte su futuro.

¡Alerta, alerta, la Asamblea de los ecuatorianos no es el Coliseo romano!