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Resurgimiento

Avatar del Luis Sarrazín

Recorriendo años idos, una gran tristeza me embarga al contemplar un Ecuador feraz, de grandes potencialidades, con bellezas a la carta dispersas cual torbellino cromático y deslumbrante; nieves, ríos, praderas, volcanes, arenas y mar, que se desangra ante la crueldad supina, indiferencias, confrontación de pasiones, vorágine de apetitos insaciables y ansias megalomaníacas de poder de gran parte de aquellos que siendo sus hijos, no tienen empacho en sacrificarlo para satisfacer su voracidad sin límites.

En su momento, el Benemérito de las Américas ya lo expresó al decir: “Indios valientes, vosotros sois la expresión viviente de la nacionalidad y como tales: mayos, tepehuamos, nahuas, mixtecos, zapotecas, tarahumaras y todos aquellos que al abrir sus ojos en esta sagrada tierra vieron con orgullo el águila y el sol, son los dueños y conductores de esta nación azteca”.

“No serán los palos, las piedras o las flechas y lanzas que se arrojen las que marcarán nuestro progreso o la sangre de hermanos derramada en las calzadas las que señalarán el sendero de nuestro desarrollo”.

“No se comportarán como vulgares cuacuahues, olvidando su condición de hijos de Nezahualcóyotl”.

Nuestros indios deben al culturizarse, revisar la historia y aceptar que el orden, respeto y cumplimiento de las leyes son la génesis del progreso y desarrollo y deberán entender que siendo algo más que el 6 % de nuestra población, deberán llegar primero a la presidencia para poder dar órdenes y dirigir la nación; mientras tanto, tienen que aceptar y obedecer los mandatos y decisiones de la autoridad. ‘Yupaychana y uyana’.

Por otra parte, en la Asamblea, uno de los puntales del manejo político administrativo de la nación, se han infiltrado gracias a nuestro sistema electoral, algunos oligofrénicos minusválidos y tirapiedras del pasado, que intoxicados mediante órdenes y consignas, no comprenden el triste papel que hacen, llegando hasta crear comisiones absurdas y ver que dentro de las decenas de asesores, no haya habido quienes impugnen actitudes que los arrastran al ridículo.

Y sigo andando…