Diversas opiniones escucharemos con motivo del conflicto Ecuador-México, y habrá quienes criticarán la actuación del Gobierno y otros que estarán de acuerdo; y sobre la base de que todos deberíamos respaldar a nuestro presidente, expresaré mi criterio.

AMLO, a lo largo de sus “mañaneras” ha demostrado su minusvalencia mental, fruto de una esclerosis cerebral senil, en virtud de la cual se expresa con una evidente incoordinación hemisférica, incoherencias, dislalia y pérdida de la ilación conceptual, actuando caprichosamente y protegiendo a la execrable mafia socialista, apadrinando delincuentes y recogiendo sin ambages a la ‘cochambre’ política ecuatoriana, que radicada en ese país goza de una vida privilegiada, financiada con lo robado de la arcas nacionales.

En tratándose de Glas, delincuente prontuariado y sentenciado ejecutoriadamente, AMLO viola descaradamente los tratados de Asilo y Refugio Político de Montevideo de 1939, cuyo artículo 3 indica que: “No se concederá asilo a los acusados de delitos políticos, que previamente estuvieran procesados o hubieren sido condenados por delitos comunes y por los tribunales ordinarios” y la Convención de Asilos Diplomáticos de Caracas de 1954, que menciona en su artículo 3: “No es lícito conceder asilo a personas que al tiempo de solicitarlo se encuentren inculpadas, procesadas o condenadas en forma, ante tribunales ordinarios y competentes y por delitos comunes o estén condenadas por tales delitos y por dichos tribunales”.

El bellaco y vivaracho de AMLO quiso hacer pasar a Glas como perseguido político y de su condición de “huésped” le concedió el asilo político, organizando una salida rocambolesca del país, embarcándolo en el vehículo diplomático y trasladándolo al avión Hércules que debía ingresar al Ecuador para evacuar a la embajadora declarada ‘non grata’.

Puede ser criticable el ingreso de nuestra fuerza a la embajada para capturar a Glas, pero en materia de disculpas, primero deberá disculparse AMLO por haber violado leyes y tratados, y luego podremos decir “lo sentimos”. ¡Nadie nos verá la cara!

Y sigo andando…