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La Contraloría (I)

Avatar del Luis Sarrazín

"En mis tiempos, se conocía la existencia de algún funcionario “pillín” que podía ser abordado con reserva; es así que 2 ministros (++) de un expresidente quisieron destruirme para congraciarse con él"

Miles de ecuatorianos estamos de luto ante los avatares de la Contraloría General del Estado, institución otrora apreciada y respetable y hoy convertida en algo peor que la cueva de Alí Babá.

En mis tiempos, se conocía la existencia de algún funcionario “pillín” que podía ser abordado con reserva; es así que 2 ministros (++) de un expresidente quisieron destruirme para congraciarse con él, en atención a sus diferencias con otro gobernante y montaron un tinglado vergonzante en el que participaron el director de Auditoría II, Lic. Freddy Páez E. y el auditor Francisco Jácome Jara junto con su equipo. La corrupción estaba subiendo de nivel.

En atención a un contrato implementado con todas las de la ley, los canallas se reunieron para montar una auditoría, ante lo cual un querido amigo y brillante jurisconsulto, el Dr. Tito Cabezas Castillo (+), me manifestó que enfrentándola, la resultante podría ser una sanción administrativa, civil o penal y que habían 3 alternativas: pagar para lograr la sanción administrativa; manejar protocolariamente el proceso, misiva va y misiva viene, esperando los resultados; o, lanzarse en contra de los auditores. Por temperamento adopté la última opción.

Como ministro, gracias al respeto de mis exfuncionarios y colaboradores, ellos me mantenían al corriente de las maquinaciones del MSP para hundirme y era tal la voracidad, el odio y desesperación de estos miserables, que al no encontrar nada incorrecto en el examen decidieron “inventar” pruebas con las cuales pudiesen seguir en adelante con sus pérfidos propósitos.

Las pruebas forjadas y descartadas fueron: para probar un sobreprecio en la compra incluyeron una factura de una empresa de Indonesia, en la cual el kilogramo de DDT tenía un valor inferior al que yo había adquirido. Gracias al Dr. A, Oprandi, casado con una princesa indonésica, y a Augusto Alvarado García, a la sazón cónsul general del Ecuador en Hong Kong, probé que esa empresa se estaba instalando y que no producía todavía DDT; por ende, mal podía haber emitido una factura de algo que no fabricaba todavía.

Y sigo andando…