Juan Carlos Holguín | María Corina y la ansiada paz de Venezuela

Y es que los venezolanos llevan más de 25 años enfrentando al Socialismo del Siglo XXI
Hace pocos meses tuve el privilegio de participar en un panel junto a María Corina Machado, en República Dominicana. Me sorprendió su claridad para describir la situación en Venezuela: “el crimen organizado está en el poder”.
Detalló por qué Nicolás Maduro es una amenaza directa para la seguridad del hemisferio occidental, argumentando que el narcotráfico y otras industrias ilegales ingresaron más de ocho mil millones de dólares a la economía venezolana. Con pleno conocimiento, aseguró que Caracas es hoy un centro logístico, operativo y de protección de las estructuras criminales de la región.
No era de sorprenderse. El régimen chavista siempre se apoyó en organizaciones paralelas no-estatales, colectivos motorizados, paramilitares, bandas delictivas en las prisiones y el crimen organizado.
Ha funcionado históricamente en colusión con ellos y con diferentes grados de integración. Los vínculos entre sí no son accidentales, son orgánicos. Es la fusión de la violencia del Estado, el control territorial y los extraordinarios recursos que se originan en el tráfico de drogas y personas, la minería ilegal y el contrabando de gasolina, como lo ha descrito el profesor de Georgetown University, Héctor Schamis.
Por eso, cada día que pasa y se mantiene esa corporación criminal en el poder en Venezuela, la seguridad hemisférica se ve comprometida. Cuando no hay un Estado de Derecho, no hay libertad, no hay democracia, y los carteles tienen la oportunidad de seguir actuando desde un lugar seguro.
La paz en Venezuela significaría la paz en la región. Si se termina ese perverso sistema de narcoestado, se generará un punto de inflexión en el hemisferio que dará fin a la mayor parte de la violencia que vivimos en otros países.
Es por ello que el premio Nobel entregado a María Corina Machado es el triunfo de la moral en Venezuela. El reconocimiento no solo honra a María Corina, sino que reconoce un método de lucha que debe ser símbolo en el mundo: el de quienes creen, como dice el activista Julio Borges, que la verdad es más fuerte que el poder.
Y es que los venezolanos llevan más de 25 años enfrentando al Socialismo del Siglo XXI, modelo que se convirtió en la más trágica narcodictadura. Este reconocimiento, entonces, es un aliento a la moral de quienes hoy saben que su lucha no ha sido en vano.
Desde afuera, muchos gobiernos han visto la de Venezuela como una crisis más entre las tantas que se presentan a diario en el mundo. Incluso Noruega, lugar donde en el 2019 se dieron los más absurdos diálogos en busca de una salida democrática para el pueblo venezolano.
Por esto pesa más el reconocimiento de Oslo. Porque se conoce a fondo la lucha por la paz y la libertad de una parte del pueblo que encontró en María Corina su referente. Como dice Borges, “la voz clandestina de María Corina ha devuelto al mundo la certeza de que la esperanza no muere”. Veremos qué pasa en los siguientes meses.