Juan Carlos Díaz Granados | Sí al empleo

El país necesita entender que un modelo laboral demasiado rígido nos condena a la informalidad
En Ecuador tres de cada diez personas tienen un empleo adecuado. Este dato no es una estadística fría: son millones de compatriotas que sobreviven en la informalidad, sin seguridad social, sin estabilidad y sin futuro. Muchos son jóvenes que buscan su primera oportunidad, pero también hombres y mujeres de más de cuarenta años que al no encontrar un empleo formal sienten que la única salida es migrar. El costo social es altísimo: familias separadas, niños que crecen lejos de sus padres y comunidades desintegradas.
Parte de este drama responde a la rigidez de nuestro mercado laboral. En 2008 la Constitución prohibió la tercerización, la intermediación y el trabajo por horas. La excusa fue dogmática: combatir la precarización. Sin embargo, la práctica demostró que las tres modalidades de tercerización que se mantuvieron vigentes -seguridad, limpieza y mensajería especializada- funcionan de manera eficiente, respetan los derechos laborales y, lejos de precarizar, han generado miles de empleos estables. La flexibilidad puede ser compatible con la protección.
La Organización Internacional del Trabajo ha sido clara: lo relevante no es la modalidad contractual, sino que se respeten los principios del trabajo decente, con igualdad de trato y seguridad social proporcional. El trabajo a tiempo parcial, incluido el trabajo por horas, es legítimo siempre que garantice derechos. La flexibilidad no debe verse como una amenaza, sino como un puente hacia la inclusión.
Por eso la pregunta de la consulta popular que podría votarse este 14 de diciembre merece un respaldo afirmativo. Permitir la contratación por horas en el sector turístico, únicamente para la primera relación laboral y bajo pleno respeto de los derechos adquiridos, significa abrir oportunidades para quienes hoy no tienen ninguna. Significa que un joven pueda dar su primer paso en el mundo laboral y que un adulto mayor de cuarenta pueda reinsertarse sin tener que emigrar.
Decir ‘sí’ a esta reforma no es renunciar a derechos, es extenderlos a los excluidos. El país necesita entender que un modelo laboral demasiado rígido nos condena a la informalidad y a la migración. Flexibilizar es apostar por más empleo, por familias unidas y por la esperanza de que el futuro se construya aquí, en Ecuador.