Columnas

La pandemia y el poder

La actitud de nuestro gobierno no se ubica en ese criticable lugar. Pero ello no significa que haya sido acertada.

La arremetida que sufre la humanidad ha puesto en claro la actitud de los gobiernos y de sus titulares. Aquellos que dimensionaron el enorme peligro, tomaron precauciones, se prepararon y orientaron a su colectividad. Dentro de estos, Taiwán habría advertido a la Organización Mundial de la Salud -OMS- sobre el asomo del mal en la ciudad china de Wuhan y se apresuró además en organizar un riguroso procedimiento para hacer frente a la amenaza. Los resultados están a la vista, un número no significativo de contagios y uno relativamente pequeño de muertes.

A la actitud aparentemente pasiva de ese organismo internacional al no advertir a China del riesgo que sobrevenía, se suma el proceder del gobierno de Pekín, silenciando los avisos de científicos que predecían el desenlace y debiendo, por ello, multiplicar al máximo sus esfuerzos para que los efectos de la crisis no fueran catastróficos.

Por el lado de la irresponsabilidad hay varios ejemplos. La actitud del presidente estadounidense, uno de ellos, ha sido de manifiesta torpeza: desestimó el tamaño de la desgracia, criticó a quienes lo señalaban, difundió la falsedad de que a ese país ningún evento, por grave que fuera, lo afectaría. Las consecuencias están ahí y ahora, pese a lo que hace el régimen de Trump, el territorio de la gran potencia ha sido inundado por el virus. Remata su estropicio este señor al retirar el aporte a la OMS.

En esta galería se ubica también el presidente brasileño Bolsonaro. Hace una campaña agresiva y estúpida contra el encierro voluntario, sin reparar en el sacrificio de la gente, ocasionando fracturas con sus colaboradores y con varios de los jefes de las Fuerzas Armadas, que han asumido la responsabilidad de hacer frente a la pandemia.

La actitud de nuestro gobierno no se ubica en ese criticable lugar. Pero ello no significa que haya sido acertada.

No previó la hecatombe, no reservó recursos para combatirla y no asumió el poder para la ejecución de una política que ha estado lejos de convertirse en estrategia.