José Molina Gallegos | No, no podemos ser lo que queramos
Un título puede conseguirse, pero la capacidad para desempeñar un papel determinado, no
Desde niños crecimos escuchando una frase tan romántica como peligrosa: “Tú puedes ser lo que quieras, vas a ser bueno en cualquier cosa que escojas”. Esta, en particular, es una mentira que termina cobrándole factura a toda la sociedad a mediano y largo plazo.
La realidad es simple: no todos servimos ni somos buenos para todo, y no pasa nada con ello. Cada persona nace con habilidades distintas, con virtudes que pueden florecer, desarrollarse o marchitarse según el camino que elija y sus circunstancias particulares, y está bien reconocer nuestras debilidades, pues aquello también es un acto de honestidad. Es como aceptar un cargo para el que una persona no está preparada o, como abogados, tomar casos en materias que no dominamos. Son conductas deshonestas, reprochables y perjudiciales.
El problema surge cuando quienes no tienen vocación -o carácter- ocupan espacios en la sociedad donde esas cualidades no son opcionales, sino obligatorias. Pasa en todas las profesiones, también en el Derecho. Un título puede conseguirse, pero la capacidad para desempeñar un papel determinado, no. Y hay funciones que exigen, además de conocimiento, un temple particular. Ser capaz de mirar de frente y con entereza a la presión y al conflicto, y no todos nacieron para eso.
La presión, externa o social, es un factor que, a menudo, puede afectar la administración de justicia. La independencia judicial es fundamental para garantizar que las decisiones se tomen basándose en hechos y en Derecho. No todos tienen la fortaleza o el apoyo necesario para resistir estas situaciones, lo que puede resultar en decisiones que no reflejan verdaderamente la justicia.
Por eso es urgente dejar atrás la consigna infantil de que cualquiera puede ser cualquier cosa. No para frustrar sueños, sino para recordarnos que hay roles cuya dignidad depende de la persona que los ejerce. Y que si uno es temeroso o simplemente no tiene vocación, quizá -solo quizá- debería elegir un camino distinto antes de afectar vidas que no son la suya. No todos podemos ser lo que queramos. Y, sobre todo, no todos deberíamos serlo.