José Molina: La confianza en los familiares...
No resulta justo, legal ni ético que se ingrese ‘por la ventana’ a una función que exige méritos
Definitivamente, en la vida -al menos de las personas medianamente sensatas- la familia es lo más importante: núcleo social y base de una sociedad estable y con valores. Pero tengo la pretensión de no ahondar en esas reflexiones -sin duda fundamentales- sino abordar un tema que bajo el velo de la confianza familiar se aleja del proceder ético y correcto, y además, nos cuesta a todos.
Desempeñar un cargo público es un honor, una distinción. Desde épocas remotas, trabajar en la función pública fue una señal de excelencia, reservado para quienes merecían custodiar los bienes más sagrados: los del Estado, es decir, los de todos.
A propósito del reciente episodio de un asambleísta más concentrado en garabatear que en lugar de legislar, ha resurgido otro tema que debe encender las alarmas: el nepotismo.
Según el Diccionario de la Lengua Española, se trata del “uso del cargo para designar a familiares o amigos en empleos o concederles favores, al margen del principio de mérito y capacidad”.
Nuestra Ley Orgánica de Servicio Público, en su artículo 6, establece con claridad la prohibición de que cualquier autoridad nominadora designe, nombre, posesione o contrate a parientes dentro de la misma entidad. También impide contratar como asesores a familiares cercanos.
Puede parecer normal tener un pariente de asesor. Pero no lo es. Y no solo porque lo prohíbe la ley, sino porque se opone a un principio elemental: la igualdad de oportunidades. ¿Cuántos profesionales se han formado para servir al país, pero son desplazados por el atajo invisible del palanqueo?
No resulta justo, legal ni ético que se ingrese ‘por la ventana’ a una función que exige méritos. Pero es más doloroso aun cuando somos nosotros -el resto de ecuatorianos- quienes terminamos pagando la cuenta.
Es cómodo contratar a alguien que obedece, que está a su servicio. Qué bonito… si lo paga otro.
Si alguien opta por el servicio público debe entenderlo en su esencia: servir al bien común. No servirse del cargo para llenar escritorios con apellidos conocidos. ¿Quieren asesorarse con sus primos? Perfecto. Pero que lo paguen con su sueldo. No con el nuestro.
Debemos ser… y parecer.