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¿Rafael Correa tacó burro?

El 11 de abril se sabrá si Correa acertó o tacó burro, como se dice en billar cuando el jugador falla. Pero la invención llamada Andrés Arauz no salió como previó el caudillo.

El 11 de abril se sabrá si la apuesta hecha por Rafael Correa resultó exitosa o chimba: él puso en la papeleta presidencial a Andrés Arauz. No obstante, ya hay elementos que permiten evaluar algunos de los factores en que el expresidente se basó para sacar a Arauz de la chistera. Y no secundan los aires triunfalistas del correísmo.

1. El correísmo fabricó un candidato. La idea era que apareciera genuino e impoluto. En esa operación participó el aparato digital que se encargó de limpiar la hoja de vida de Andrés Arauz. Sus redes fueron vaciadas. Como si no tuviera pasado público. Pero el resultado de aquello es catastrófico. En la campaña han aparecido textos, tuits, declaraciones… que muestran a Arauz como un ‘apparatchik’ del correísmo. Un joven arcaico que tiene el mismo chip, el mismo lenguaje y que ha sido funcional al correísmo en eventos corruptos. Por ejemplo, haberse prestado para firmar un contrato con sobreprecio para el Festival de Loja; contrato que no quiso firmar Raúl Vallejo y por eso renunció al Ministerio de Cultura.

2. El correísmo pensó en un ‘outsider’: Correa, inspirado en su propia biografía, pensó en devolver la película a 2006. Promocionar a un joven bien formado, que habla tres idiomas extranjeros, venido de la tecnocracia y que podía pararse firme ante los “los mismos de siempre”. Sin embargo, con el paso de los días, ese ‘outsider’ resultó un mantenido, un becado del correísmo. Un político destinado a lavar la cara de la mayor y peor partidocracia que ha tenido el país.

3. Un atractivo para los jóvenes: Correa pensó en Arauz para seducir al electorado joven que él ubicó en el centro de su discurso en los últimos años de su gobierno. Pero esa movida de ‘marketing’ político también se convirtió en elemento disuasivo para ese electorado que prefirió, como se vio en la primera vuelta, votar por Xavier Hervas y Yaku Pérez. En ese terreno, adicto a las redes y a TikTok en particular, Arauz está perdiendo ante Lasso. Al punto de concederle que sería mejor como ‘influencer’ que como presidente. Prueba irremediable de que Lasso está llegando más a esos electores.

4. Un gobernante diferente: Correa dijo, al promocionar a su pupilo, que se trata de un relevo generacional en su movimiento político. Nueva sangre que llega con nuevas ideas y, se entiende, gobernará a su aire. Esa historia se desmoronó. Por dos razones. El mismo Correa ha dicho que una experiencia como la de Lenín Moreno (un gobierno independiente de su tutela) no se repetirá. Arauz, tras esa relación traumática de Correa con Moreno, le ofrece seguridad y lealtad. Así, lo que es una ventaja para Correa se convirtió en peso muerto para Arauz: no es el tal joven independiente y prodigioso sino el recadero, el títere del caudillo.

5. Una campaña novedosa y fresca: prevalido del perfil de joven, impoluto, sin pasado, distante de la vieja política y conectado con el futuro, Andrés Arauz debía hacer una campaña novedosa, creativa, fresca. No les salió: nadie ha sido más previsible que él. Hundido, además, en contradicciones flagrantes. Ejemplos: no querer hablar del pasado; pero sí resucitar el pasado de Lasso (del cual no ha podido extraer nada criticable). El joven prodigio defiende el pasado oprobioso de la Revolución Ciudadana. Habla con devoción del carnicero de Caracas. Usa los troles para denigrar. Miente sin parar. No puede ser él, porque apareció para ser el emisario de Correa.

El 11 de abril se sabrá si Correa acertó o tacó burro, como se dice en billar cuando el jugador falla. Pero la invención llamada Andrés Arauz no salió como previó el caudillo.