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Así piensan comerse a Lasso

Avatar del José Hernández

El correísmo trabaja desesperadamente para fabricar motivos que le permitan dar cuerpo a su lema “Los corruptos siempre fueron ellos”.

Deshacerse del presidente Lasso es un objetivo que comparten abiertamente Rafael Correa, Leonidas Iza y algunos independientes tipo Virgilio Saquicela, presidente de la Asamblea. El socialcristianismo es una incógnita que se resuelve en función de las circunstancias políticas; no de los principios.

La gran divergencia en las fuerzas golpistas estriba en el mecanismo para poner fin al mandato de Lasso. Correa quiere forzarlo a decretar la muerte cruzada: cortar de tajo el período, ir a elecciones para la Asamblea y para la Presidencia convencido de que las puede ganar. La elección seccional, en la cual probó ser la primera fuerza política y la más organizada lo fortaleció en esa convicción.

Iza está en período de acumulación de fuerzas y capital político. Leninista, de cuño bolchevique, él sabe combinar las formas de lucha para avanzar en su estrategia política para instalar el comunismo en Ecuador. En ese contexto, quiere ser candidato presidencial. Crear otra conmoción social y tumbar a Lasso es parte de su campaña proselitista. El líder indígena cuenta con la cabeza presidencial como trofeo para presentar ante el electorado de clase media urbana, donde piensa expandir su influencia.

Nebot está ante dos escenarios. El primero, francamente adverso: no puede acompañar al correísmo en su deseo de presionar a Lasso a decretar la muerte cruzada. Tras las elecciones, en las cuales perdió Guayaquil, Guayas y Machala, no goza de condiciones para ir a elecciones. No cuenta siquiera con un rostro para inscribir en la papeleta presidencial.

El segundo, al cual históricamente se ha adscrito, es más rentable políticamente: sacar a Lasso mediante un juicio político y forzar una sucesión presidencial. Eso permitiría a ese partido ser contado en la oposición, entre los actores decisivos por sus 16 votos en la Asamblea, sin tener que poner en juego precisamente el único factor de poder nacional que le queda a Nebot. Y tener condiciones favorables hasta 2025 haciendo lo que mejor sabe: meter la mano en gobiernos ajenos sin que se note demasiado ante la opinión.

El mismo cálculo pueden hacer los independientes, reacios a volver a las urnas porque muchos de ellos (al igual que algunos correístas, miembros de la ID, del PSC y de Pachakutik) seguramente no serían elegidos. Un personaje camaleónico como Saquicela está pujando más bien para volver a captar la Presidencia de la Asamblea.

Botar a Lasso sin poner en jaque sus cargos es, entonces, el escenario que paladean con mayor holgura los asambleístas golpistas. Ese es el punto intermedio en el cual podrían confluir. Para el correísmo implica reducir sus aspiraciones, pero deshacerse de Lasso y además endosarle un relato hasta ahora no probado pero que, en cambio, raya su perfil: haber recibido, por ejemplo, dinero del narcotráfico en su campaña. El correísmo trabaja desesperadamente para fabricar motivos que le permitan dar cuerpo a su lema “Los corruptos siempre fueron ellos”.

Si se agrega la amenaza de Iza de volver a Quito (para fabricar otra “conmoción social”), se puede pensar que la oposición golpista bien podría juntar sus movidas políticas en la Asamblea con calentura callejera. Ese es el peor escenario para el Gobierno. Porque su destino estaría asegurado si dependiera únicamente del enfrentamiento jurídico que se dará en la Corte Constitucional, donde podría desvirtuar fácilmente las causales del juicio político.

Por eso, si la oposición golpista activa y mezcla votos y calle, el presidente tendrá que decretar la muerte cruzada. Y tendrá que hacerlo semanas antes del ingreso de los indígenas a Quito.