Columnas

Y Correa dice que no es golpista

Lo atormentan su destino, sus delitos y sus secretos agravados ahora por el caso Saab

El despecho es obvio; la ira inocultable: Rafael Correa y los suyos han vuelto a fracasar. Que no son golpistas dicen otra vez. Y las señales y los mensajes que han producido prueban, otra vez, exactamente lo contrario. En un video que circula en redes sociales, el mismo Correa dice que Guillermo Lasso tiene que dejar su cargo. O ir a elecciones.

En otro video Paola Cabezas, asambleísta correísta, pregunta al pueblo ecuatoriano, con la exasperación propia del desesperado, si lo que están viendo, en el caso de los Pandora Papers, no prueba que hay una gran “conmoción social” en el país. Ella la ve. Todos los correístas la ven. Y lo dicen convencidos. Tan convencidos como Jorge Glas que, ante el terreno de El Aromo, decía que ahí donde todo el mundo veía un peladero, él veía la Refinería del Pacífico. Los espejismos son tradición en el correísmo.

El hecho cierto es que Correa y los suyos están de luto. No lograron que el informe perverso hecho en la Comisión de Garantías Constitucionales, fuera aclamado por la sociedad y por los partidos políticos en la Asamblea. Ese tiro les salió por la culata.

La posición sensata, en este caso, del Partido Social Cristiano, sacó al expresidente de quicio. Se ve en los tuits que publicó. La división evidente en el bloque de Pachakutik y el apoyo, decidido y constante, de la Izquierda Democrática a la institucionalidad, desinflaron el globo en el cual se había trepado. Es evidente que él contaba con que el informe de la Comisión de Garantías, que su bloque redactó en su totalidad (Edgar Quezada de PK dice que ninguna de las observaciones fue incluida), generara un proceso de desestabilización del gobierno.

El itinerario está en el informe: declarar que el presidente Lasso incumplió el mandato de la Consulta Popular del 19 de abril de 2017 sobre los paraísos fiscales, que está incurso en delitos (tributarios, testaferrismo, peculado, defraudación bancaria…), que su conducta causó la conmoción social que ellos ven y que, por ende, debe ser destituido. La Contraloría debía tomar esa decisión, la Corte Constitucional refrendarla e informar a la Asamblea. Y esta debía encargarse de que el país volviera a la calma y al orden constitucional…

¿Retorcido? Así mismo es Correa. El informe mentiroso debía abrir la puerta a ese proceso. Ese es el andamio que se ha caído y para el cual venían trabajando él y sus troles. Correa se esmeró y se arriesgó incluso a posicionar percepciones en franca oposición con la realidad. Decir que Lasso “es una vergüenza mundial”, justo en el momento en que el mundo lo vio reunido con Ángela Merkel, Joe Biden, Boris Johnson… Decir que 600 periodistas de 90 países le han dicho corrupto; una falsedad por donde se le mire. Decir al PSC, como está embebido en un tuit, que Lasso debe ser destituido porque hay “masacres en las cárceles, masacres en las calles, hospitales sin medicina, universidades sin recursos”... Decir todo aquello es confesar, sin que nadie le pida, que sigue obsesionado con dar un golpe de Estado.

No es contra Lasso, como tampoco fue contra Moreno: es por él. Para salvarse, para limpiar su expediente judicial, para regresar al poder que -hoy lo sabe- nunca debió entregar. Es su tercer intento y su tercer fracaso. Uno fue en Octubre-2019; otro cuando propuso a Nebot que tomara el poder y ahora, contra Lasso, que inspiró la pregunta sobre los paraísos en su consulta de abril de 2017. Correa puede decir a Lasso, como en las películas de la Cosa Nostra, que no es un asunto personal. Lo atormentan su destino, sus delitos y sus secretos agravados ahora por el caso Saab.