Pero, ¿quién es Arauz?

"...es inusual que las sociedades se jueguen en las urnas la institucionalidad, las libertades, la paz social, su sistema económico... Se entiende que esos son valores compartidos, esenciales, intangibles..."
La pregunta es dramática: ¿por qué el país está en un dilema electoral tan irracional? Por supuesto, las elecciones crean disyuntivas: más o menos política social; más o menos Estado; más o menos impuestos; más o menos apertura a las minorías y a sus derechos… Las sociedades maduras se mueven en esas dinámicas y pueden, según las circunstancias, ser más liberales, más conservadoras. Pero es inusual que las sociedades se jueguen en las urnas la institucionalidad, las libertades, la paz social, su sistema económico... Se entiende que esos son valores compartidos, esenciales, intangibles y que, en democracia, sustentan el bien público.
En Ecuador no. El correísmo se ha puesto, irreversible y conscientemente, fuera de los códigos del entendimiento básico. Jorge Glas sintetizó esa realidad cuando dijo: “ahí donde algunos ven un terreno, yo veo una refinería”. Se refería al terreno aplanado, donde ejecutaron 1.503 millones de dólares para la Refinería del Pacífico.
Así se puede ilustrar la visión correísta. Ahí donde ustedes ven autoridades de control al servicio del partido, yo veo organismos de control independientes. Ahí donde ustedes ven peculado, yo veo negocios entre particulares. Ahí donde ustedes ven un caudillo autoritario, yo veo un líder, un prócer. Ahí donde ustedes ven propaganda, yo veo la verdad. Ahí donde ustedes ven libre pensamiento, yo veo traición a la patria. Ahí donde ustedes ven corrupción, yo veo ‘lawfare’. Ahí donde ustedes ven justicia, yo veo persecución política. Y así. Los correístas vaciaron el contenido de las palabras o les agregaron adjetivos para amortiguar sus mentiras. No dicen desdolarizar: para ellos puede haber desdolarización mala y buena. O desdolarización amable. Y de la misma manera que ven en el carnicero de Caracas una inspiración para el continente, llaman democracia a una dictadura; desconocen con cinismo lo que hicieron; endosan lo que hacen o piensan a los otros y niegan que se quieran quedar 300 años o 30 años en el poder. No son ellos, es el pueblo. Ellos son un simple instrumento.
No hay que preguntar a los correístas qué quieren hacer en el poder; sobre todo si están en campaña electoral: dan cátedra de democracia, de respeto, de tolerancia, de libertad de expresión… En ese caso hay una cosa más sencilla: repasar cómo ejercieron el poder durante una década. Y al hacerlo, vuelve la pregunta: ¿por qué Ecuador está en esta disyuntiva tan absurda? Porque Andrés Arauz es el representante de ese modelo y, como candidato, no tiene una sola experiencia exitosa de trabajo. No ha abierto ni una tienda de barrio en su vida. No ha creado un empleo. No ha arriesgado un dólar en un negocio.
¿Habla tres lenguas extranjeras? ¿Y qué busca Ecuador, un presidente o un intérprete? ¿Tiene buena formación? ¿En dónde la ha puesto en práctica? ¿Dice que podía haber trabajado en Wall Street? ¿Y por qué no lo hizo y se limitó a ser pipón del Banco Central? ¿Está listo para gobernar? ¿Y cómo lo prueba? ¿Habiendo sido prestanombre en el gobierno de su tutor?
¿Cómo puede el país estar en un dilema tan absurdo con un finalista que ni siquiera gobernará él, si llegase a ganar, porque obedece ciegamente las indicaciones del ex que está en Bélgica? Con un finalista que, como quiera que lo haya dicho, y como quiera que haya tratado de remendar lo que escribió, el país sabe que quiere desdolarizar. Con un finalista que no responde por lo que hizo y representa y que, como sus creadores, se victimiza cuando se le recuerda que convirtieron el Estado en instrumento de persecución y cueva de Alí Babá.