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Pero adoran la irracionalidad…

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¿Cuántas décadas llevan sindicalistas y populistas de la vieja izquierda, repitiendo discursos, apoyando dictaduras como las de Cuba, Venezuela y ahora Nicaragua?

Hoy, 10 de agosto, tienen previsto volver a manifestar. Así el nuevo gobierno solo cumpla 75 días. Así las cuentas públicas estén en soletas y el país pugnando, en plena pandemia, por reactivarse.

Manifiestan porque no hay empleo; al tiempo que se oponen a cambiar el Código laboral que tiene 83 años e impide a los emprendedores contratar según las necesidades actuales.

Manifiestan para mantener los subsidios a los combustibles que han favorecido a los que más tienen y que han privado al Estado, durante cuatro décadas, de recursos para los más pobres: 60 mil millones de dólares, dijo Juan Sebastián Roldán, en el anterior gobierno. 80 mil millones dice ahora Alberto Dahik, trayendo esos dólares a valor presente.

Manifiestan los indígenas que quieren eliminar el sistema de bandas, culpable, según Leonidas Iza, de un proceso de especulación en el mercado. Especulación que solo está en su imaginación, pues los precios de los productos básicos han bajado desde la promulgación de esa medida por parte de Lenín Moreno, en junio del año pasado.

Manifiestan para volver a vender gasolina subsidiada y contaminar más, a pesar de decirse ecologistas contumaces. Y mientras piden a gritos que se contamine más, exigen que no haya minería a cielo abierto para no contaminar el agua. La incoherencia no les mortifica.

Manifiestan por aquellos que hacen huelga de hambre para que la Corte Constitucional dictamine que es constitucional la Ley Orgánica de Educación Intercultural que todos saben que no lo es: fue votada por la Asamblea pasada violando el artículo 286 de la Constitución, según el cual “los egresos permanentes se financiarán con ingresos permanentes”. ¿Cuánto costará esa ley al erario público? Los expertos calculan entre 2.500 y 3.000 millones de dólares anuales. No hay ese dinero, así sea justo que los maestros pretendan ganar más.

Manifiestan contra todo. Contra el FMI porque está en Estados Unidos y hace parte de los símbolos que dicen odiar los populistas de izquierda y de derecha. Y manifiestan contra el FMI a pesar de que fue el organismo que permitió pagar, con sus préstamos, los salarios de esos sindicalistas, de esos profesores, de esos burócratas en el gobierno de Lenín Moreno.

Manifiestan contra el Ciadi porque quieren hacer creer que los contratos internacionales se pueden violar, como hizo el correísmo, sin que el Estado corra peligro alguno. Manifiestan contra el imperialismo, las transnacionales, la oligarquía, la partidocracia, los grandes consorcios, la banca…

Manifiestan porque su forma de existir es hacer paros, plantones, cierre de vías, huelgas de hambre. Porque invocan las mismas causas, en los mismos sitios, siempre los mismos, con las mismas pancartas, lemas y megáfonos.

¿Cuántas décadas llevan sindicalistas y populistas de la vieja izquierda, repitiendo discursos, apoyando dictaduras como las de Cuba, Venezuela y ahora Nicaragua?

¿Hay causas para protestar? Por supuesto. Pero esos viejos sindicatos, esas cúpulas trasnochadas han convertido lo suyo en un negocio y sus acciones en liturgias previsibles y aburridas. Hoy, si cumplen su anuncio, volverán a las calles. A recitar discursos pastosos que se legitiman ante sí y si no se agotan, sí se retratan en una máxima manida: hay pobres porque hay ricos.

¿El país necesita mediadores sociales y políticos con sensibilidad social? Sin duda alguna. Pero la vieja izquierda -en la cual se inscribe Leonidas Iza, la UNE y todos aquellos que sirvieron de escalera al correísmo- hace décadas dejó de pensar. Ahora rinde culto a la irracionalidad y recita lemas.