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¿Cambiará el presidente de velocidad?

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"Pero mientras el piloto automático hace lo suyo, se producen acciones y decisiones que nadie explica y que crean un ambiente enrarecido para el Gobierno"

En estos días se comprueba que un gobierno que comienza puede funcionar con piloto automático: el presidente Guillermo Lasso en Miami por temas de salud. El vicepresidente Alfredo Borrero de hospital en hospital. El ministro de Gobierno César Monge en Houston por temas de salud. El secretario de la Administración, Iván Correa, metido en el traje de funcionario virtual: en Quito contadas personas lo conocen… 

Pero mientras el piloto automático hace lo suyo, se producen acciones y decisiones que nadie explica y que crean un ambiente enrarecido para el Gobierno: ¿qué hace la ministra de Educación explorando posibilidades de colaboración con el embajador de la última dictadura de Europa? ¿Qué puede aprender su ministerio y el país de Bielorrusia, gobernado por el despiadado Alexander Lukashenko? ¿Qué hace María Sara Jijón, cabeza del Sercop, contratando a uno de los expertos que tuvo Gustavo Jalkh para meter la mano en la Justicia? Hernán Calisto, nuevo director de Talento Humano del Sercop fue, en efecto, director provincial del Consejo de la Judicatura de Pichincha. En la Asamblea, la primera urgencia del presidente, la ley de Libre Expresión, se pasmó… En las universidades, los rectores esperaban cambios a un ritmo trepidante porque el presidente viene del sector privado. Nada ha ocurrido.

El piloto automático funciona porque el país político se mueve al ritmo del país real. La parsimonia que se observa tiene que ver con la tregua otorgada al Gobierno que llega y, sobre todo, con el ritmo reducido y generalizado impuesto por la pandemia. En ese punto, la nueva administración tiene una ventaja porque el país intuye que el punto medular, para volver a cierta normalidad, radica en la vacunación. Eso impone presión al Gobierno para cumplir con su promesa de 9 millones de vacunados en cien días, pero le permite ganar tiempo en temas intrincados en los cuales necesitaría el concurso de la Asamblea Nacional.

En los hechos, se puede hablar de una calma chica en la cual los actores políticos están observándose, midiéndose y posicionándose. Por ahora, las fuerzas políticas parecen estar en modo neutro. El correísmo está dedicado, tras el fracaso del acuerdo con el PSC y CREO, a lo que mejor sabe hacer: campañas de propaganda en las que reiteran principios que ellos son los primeros en violar. 

Ejemplo: la ratificación del convenio con el Ciadi. El PSC parece estar muy pendiente de su sobrevivencia como bloque, tras haber perdido a cuatro asambleístas. Pachakutik muestra la incomodidad de estar sentado entre dos sillas: defiende el acuerdo con CREO para designar autoridades y no sabe qué ruta programática pudiera establecer con esa mayoría. Eso sin contar con la presión que empieza a ejercer Leonidas Iza desde la Conaie.

El presidente ha movido bien sus fichas, pero es claro que algunos de sus ministros y funcionarios no poseen la experiencia política -que tienen que sumar al conocimiento técnico- requerida para su gestión. La ausencia del ministro de Gobierno agrava el vacío político del oficialismo. No hay presencia en la opinión. No parece haber apoyo a esos ministros que, para dar el golpe de timón pedido por el presidente, tendrán que tener soporte político. 

No se ve la agenda legislativa que quiere animar el oficialismo. Es curioso pero en la Asamblea la Bancada Acuerdo Nacional luce como un bloque reactivo. En los hechos, las iniciativas que más trascienden las tiene, por ahora, la Comisión de Fiscalización.

Así, en plena calma chicha funciona el piloto automático. Hay que ver si el presidente, de nuevo en el país, cambia de velocidad.