Baki y el coto privado del presidente

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'Esto sigue siendo la política exterior: circunstancias o caprichos; no una visión geopolítica. El coto privado de quien gana las elecciones’.

Todo se explica: la improvisación. La tentación que se cierne sobre cada gobierno de inventar el país; o de inaugurarlo. La incapacidad de tener políticas de Estado. Se explica la desinstitucionalización. La imposibilidad de contar -en ciertos campos- con marcos conceptuales y políticos, verdaderas doctrinas, que encuadren la acción gubernamental y aseguren al país resultados de mediano y largo plazo.

Todo se explica porque en Ecuador todo está supeditado al deseo del gobernante de turno. Y sobre todo a esa fatalidad que supone poder usar el aparato del Estado para pagar favores, complacer a los amigos, ubicar a los coidearios en cargos para los cuales muchas veces no están preparados. El servicio exterior se presta muy bien para este tipo de iniquidades institucionales.

La prueba más reciente de todo esto se llama Ivonne Baki. Ella será la nueva embajadora de Ecuador en Washington y llega a ese cargo por decisión exclusiva del presidente Moreno. Ella es el motivo de este cruce público de versiones en el cual terminaron involucrados el canciller José Valencia, el secretario general de gabinete de la Presidencia, Juan Sebastián Roldán, y el propio exembajador Carrión. Cruce de versiones atropellado y desgraciado; poco conveniente precisamente entre diplomáticos.

Carrión podía ser removido del cargo por el presidente en cualquier momento. Él y el canciller podían pactar su salida y las explicaciones debidas. Es lo que siempre se hace. El canciller tenía que decirle que dejara libre el cargo. Carrión sabía que debía dejar Washington y con esa idea vino de vacaciones, hasta el 16 de enero, a Quito. Todo estaba previsto, ¿qué falló? Valencia y Carrión hablaron en Quito personalmente el lunes 6 de enero. Valencia le comunicó el mensaje y Carrión, que lo esperaba, le anunció que ese mismo día entregaría la carta que tenía en ese momento en su carpeta. Caso cerrado. Pero no. Al día siguiente, Juan Sebastián Roldán dijo, ante la prensa, que el Gobierno había pedido la renuncia a Carrión. Y él, que creía haber renunciado, salió a dar explicaciones y en ellas sumó un motivo que es, en realidad, una bomba: su desacuerdo con el programa de vuelos aeromarítimos efectuados por aviones estadounidenses en Ecuador sin que haya, dice él, un marco normativo bilateral.

¿Por qué Roldán, metido en temas de la Cancillería, convirtió este asunto en una suerte de despido intempestivo? ¿Ese es el tratamiento que el Estado reserva al funcionario que representa al país en la embajada del socio comercial más importante? ¿Por qué Carrión convirtió la despedida en un desacuerdo político cuando el tema de los sobrevuelos -dicho por él- lleva 16 meses? Irse, generando la impresión de que el Gobierno está sometido a Estados Unidos en este asunto, no habla bien de su propia gestión en Washington. No obstante, él quiso marcar su salida con un gesto político, de supuesta soberanía, que no pasó inadvertido: Rafael Correa no tardó en felicitarlo.

En definitiva, el cambio de embajador en Washington no pudo ser peor administrado por parte de sus protagonistas. El Gobierno dijo que el cambio se debe al deseo de tener una relación comercial más fluida con Estados Unidos. Una explicación que no es nueva y que el perfil y la hoja de vida de Ivonne Baki no garantizan. Ella llegará al cargo porque al presidente y a su esposa les parece y saben que Donald Trump conoce a Baki desde el concurso de Miss Universo hecho en Quito.

Esto sigue siendo la política exterior: circunstancias o caprichos; no una visión geopolítica. El coto privado de quien gana las elecciones.