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Deber mortal

Avatar del JOSÉ DE LA GASCA

Casos como el de la directora administrativa del Hospital Teodoro Maldonado Carbo impiden que el servicio público se nutra de personas preparadas

Nathaly López fue una joven guayaquileña que puso su juventud y talento al servicio público. Tenía una hoja de vida impecable, su preparación y rectitud la pudieron llevar muy lejos. Pero una noche de marzo la asesinaron al salir de su trabajo. Era la directora administrativa del Hospital Teodoro Maldonado Carbo (HTMC).

Su muerte mandó un mensaje claro y potente: cualquiera que se meta a ‘depurar’ la corrupción enquistada en esa cloaca llamada hospital, muere. Inmediatamente varios funcionarios amenazados presentaron sus renuncias. ¿Quién puede (a cuenta de un sueldo) comprometer así su vida? Quizás somos tontos, pero no tanto.

La muerte de Nathaly seguro engrosará las cifras de muertes violentas sin resolver. Muy pronto nos olvidaremos de que la asesinaron por cumplir su trabajo, por arriesgarse a hacer que un hospital funcione sin el cáncer de la corruptela. Y luego, también nos olvidaremos de ella. ¿Valió la pena su ‘sacrificio’? ¿Qué consuelo le ofrecemos a su familia?

No, no valió de nada. Su vida es irremplazable y el dolor de sus padres, imperecedero. La corrupción sigue ahí, más fuerte que nunca. El camino está abierto para que las mafias que controlan esos hospitales sigan manejando a su antojo sus presupuestos y sistemas de compra. Es clara la simbiosis entre las mafias de los hospitales y el crimen organizado. El HTMC está cooptado institucionalmente y solo falta que allí receten y expendan cocaína.

Casos como el de Nathaly impiden que el servicio público se nutra de personas preparadas y dispuestas a servir. Por el contrario, nos lleva a pensar que los únicos que pueden sobrevivir en tales cargos son quienes comulgan con estas organizaciones.

El Gobierno debe intervenir este centro de salud y militarizarlo hasta la raíz. Se trata de entender que el Estado ha fracasado en garantizar la seguridad y la vida de los civiles que ingresen ahí con buenas intenciones. Entonces, el enfoque no solo debe estar en perfiles técnicos y probos, sino también en personas preparadas para enfrentar mafias criminales.

Hoy la lucha contra la corrupción es también la lucha contra el crimen organizado, contra los violentos. Debe perfilarse un plan de seguridad que vincule soluciones en ambos aspectos. No expongamos a más civiles a destinos fatales.