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El pacto

Avatar del Jorge Jalil

Los analistas políticos y los ciudadanos de a pie denuncian la existencia de un pacto entre el Gobierno y el correísmo

El tema de conversación más frecuente en estos días, ya sea en las noticias, en programas de opinión, o hasta en las mesas donde comimos nuestra fanesca fue y es el 'habeas corpus' que dejó en libertad a Jorge Glas.

Los abogados del exvicepresidente, haciendo uso de los recursos constitucionales que nos dejó Montecristi y la posterior ley de garantías jurisdiccionales, lograron que se presente un 'habeas corpus' en un cantón lejano de donde se encontraba recluido, por alguien que alegaba no saber dónde estaba el señor Glas, ya que esto le permitía la interposición del recurso en cualquier lugar del país.

Ahora, los analistas políticos y los ciudadanos de a pie denuncian la existencia de un pacto entre el Gobierno y el correísmo, y a eso me quiero referir.

Partamos de algo: asegurar que existe un pacto entre el Gobierno y UNES es aceptar que el Gobierno, por el que votaron muchos de los que dan por hecho el pacto, ejerce un control sobre el poder Judicial. ¿No era eso lo que criticábamos? Durante años criticamos la intromisión del Ejecutivo en las otras funciones del Estado, alegando falta de contrapesos, dictadura; pero ahora se culpa al Gobierno de la decisión de un juez en Manglaralto.

Por otro lado, hablemos de lo malos negociadores que tendría el Gobierno si esto fuera un pacto: hasta el día de hoy el gobierno solo ha logrado la aprobación de una ley, le archivaron la ley de inversiones y vive en un constante tire y jala con el Legislativo. Si esto es un pacto, ¡qué tristeza de pacto! ¿Que salga en libertad el emblema de la revolución ciudadana con dos sentencias ejecutoriadas y que a cambio se logre una abstención para una de las leyes que el Ejecutivo ha remitido a Legislativo? Paupérrimo.

Hace un tiempo leí a Andersson Boscán tuitear que los pactos, como los embarazos, terminan siendo evidentes, y no podría estar más de acuerdo. Sin embargo, pienso que los afanes autoritarios y la ocasional repulsión a la democracia, al exigirle al Gobierno que intervenga en la justicia para que alguien no salga libre, también termina siendo muy notorio