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Ahora es cuando

Avatar del Jorge Jalil

Luego de un poco más de siete meses de gobierno, el presidente Lasso ha cumplido con algunas de sus promesas de campaña: vacunación masiva, aumento del salario básico y una reforma económica, que si bien no dejó a todos contentos, va acorde con los objetivos de su plan de gobierno.

Más allá de cuestiones superficiales sobre la simpatía del presidente o su círculo cercano, sería mezquino negar que su capacidad de ejecución, al menos en la mayoría de sus propuestas, ha sido impecable. A pesar de las críticas que enfrentó desde antes de iniciar su gobierno de ser un “neoliberal” (término que para mí debería eliminarse del vocablo político), ha tomado medidas muy propias de gobiernos socialdemócratas, como aumento considerable del salario básico, elevar impuestos a la clase media y cobrar impuestos al patrimonio. Dicho esto, es claro que Ecuador se encuentra en una posición histórica de liderar la innovación y el desarrollo en la región. En Perú un presidente que llegó con un partido comunista no sabe bien qué hacer con el país; en Chile ganó un profesor universitario de 35 años que no ha creado empleo nunca en su vida y como sabemos, lo de Venezuela y Argentina debido a los malos manejos de sus monedas es catastrófico.

A esto le podríamos añadir que en Colombia todo indica que en las próximas elecciones optarán por una tendencia lejana a los principios de la economía de mercado.

El gobierno ecuatoriano debe aprovechar esta oportunidad y generar un ambiente lo suficientemente atractivo para que las inversiones empiecen a llegar: una eliminación más agresiva del ISD, incentivos tributarios para inversiones extranjeras, pero sobre todo reglas de juego claras y no sujetas al estado de ánimo de un líder indígena dispuesto a incendiar el país para que se le cumplan sus caprichos.

Si logramos esto, Ecuador puede pasar a ser el país más desarrollado de Sudamérica, lo que generará mejores salarios, capacidad adquisitiva y obras sociales.

Así como en las eliminatorias de Catar, dependemos de nosotros mismos y en ambos casos, confío que estaremos a la altura.