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La misma perra

Avatar del Jorge Jalil

Mucho se han debatido en Ecuador los límites que debe tener la libertad de expresión por el poder que tienen los grandes medios sobre quienes los consumen

Días atrás, nuestra Asamblea aprobó con nueva mayoría una ley de comunicación que le da, básicamente, a la Defensoría del Pueblo los mismos poderes que tenía la nefasta Superintendencia de Comunicación sobre los medios. No puedo decir que me sorprendió, en la Asamblea se formó una nueva mayoría sólida entre UNES, Pachakutik y los socialdemócratas ‘plus ultra’ e inspirados de la Izquierda Democrática. Estos progresistas (las 3 bancadas), llamados a ser grandes paladines de la libertad y la tolerancia de acuerdo con la ideología que dicen promulgar, son los primeros en levantar la mano aprobando una ley mordaza con tal de que sirva a sus intereses, entre los cuales muchas veces figura el no tener que preocuparse de qué publica el medio A o el medio B que pueda afectarles su intocable honra.

Mucho se han debatido en Ecuador los límites que debe tener la libertad de expresión por el poder que tienen los grandes medios sobre quienes los consumen; no obstante, el mundo ha cambiado tanto y existen tal cantidad de formas de recibir noticias o leer opiniones, que pretender controlarlo además de asquerosamente autoritario es arrogante. Recuerdo cómo en mis primeras clases de derecho a nosotros como estudiantes nos encantaba repetir la frase: “Mis derechos terminan donde empiezan los del otro”, que suena casi romántica pero que es, según mi experiencia, utópica ‘in extremis’.

¿En manos de quién dejamos que decida cuándo unas palabras afectan los derechos del otro? Si se quiere poner una denuncia o una demanda por calumnia, que de por sí no estoy del todo de acuerdo, hágalo, pero no le dé a Freddy Carrión 2.0 y a la Defensoría del Pueblo el poder de mermar la libertad de expresión en el país, porque como siempre lo digo, siempre se empieza por algo y si ya logran controlar las voces no se van a demorar nada en querer controlar las mentes.

Hace unos años nos vendieron la idea de que se creaba una ley de comunicación con el fin de salvaguardar la honra de los ciudadanos, hoy quieren hacer exactamente lo mismo. La misma perra con otro collar, diría mi abuelo.