Virtudes y vicios de nuestra época

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'El equilibrio es una de las virtudes necesarias de esta época. La otra, la solidaridad’.

En un artículo aparecido en la revista mexicano-española Letras Libres, Robert Wong alertaba sobre los malos síntomas que acompañan al Covid-19 y que aparecen, profusamente, en muchos de los titulares de los periódicos: “el alarmismo, la maldad, la ignorancia”.

El alarmismo causa, entre otras cosas, el desabastecimiento y la percepción de que todo anda mal y que hay que salvarse como se pueda. En menos de tres días, tanto las aplicaciones de las farmacias como de los supermercados y lugares de entrega de comida y otros productos a domicilio, colapsaron. Simplemente rechazan pedidos. Hasta ahora no se entiende este colapso que va en contra de lo que se está pidiendo en todas partes: ¡quédese en casa! Tampoco los medios han entrevistado a los gerentes y directores para saber qué ocurre exactamente y cómo mejorar este servicio. Simplemente el mal silencio.

El alarmismo y la ignorancia causan también el reenvío automático de cualquier noticia en las redes, sin saber si es o no mera especulación, pero sobre todo si ayudará a sobrellevar el miedo o, más bien lo acrecentará.

La ingenuidad permite creer a quienes inundan de infinitos videos, entrevistas interminables, datos innecesarios, que las redes no van a colapsar en un momento como el que vivimos.

Tan necesario como quedarse en casa y guardar la distancia mínima con los cuidados necesarios es preservar la continencia de mente y corazón, esa rara virtud de la que hablaban los padres espirituales a comienzos de siglo.

El equilibrio es una de las virtudes necesarias de esta época. La otra, la solidaridad. Algún periódico titulaba en estos días que los verdaderos héroes en esta pandemia son los médicos, las enfermeras y en general todos los que trabajan en la salud y no los futbolistas. A ellos habría que añadir otros igualmente anónimos: los que tienen que trabajar y arriesgarse para sobrevivir, los que mantienen en pie los servicios básicos.

Ni hablar de la maldad que se lucra con el acaparamiento o se utiliza para atacar a gobiernos o a personas.