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¿Sirven para algo los aniversarios?

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El resentimiento por parte del Ecuador, la conocida “herida abierta”, acompañó como sombra pero también como apelativo a la unidad siempre frágil hasta el final del siglo.

Este año, 2021, se cumplen ocho décadas de tres acontecimientos que fueron decisivos en 1941. Podrían ser más, por supuesto. Pero los tres son suficientes para lo que aquí se pretende reflexionar: una nueva manera de entender la desgastada y poco creíble frase para los jóvenes de la “Revolución 3.D”, de que la historia es la ”maestra de la vida”, como pretendía Cicerón.

Es conocida a nivel mundial la significación del año 1941 por las repercusiones que tuvo. En junio, Hitler atacó sorpresivamente a la Unión Soviética con la invasión de tres Cuerpos de Ejército que estuvieron a punto de tomar, respectivamente, Leningrado, Moscú y Minsk, es decir Ucrania, zona agrícola por excelencia, hasta llegar al Cáucaso para apoderarse de la riqueza petrolera de la zona. Fue la Operación Barbarroja, que comenzó infringiendo el axioma militar de que no se debe hacer la guerra en dos frentes y que constituyó la preocupación del Alto Mando alemán en 1914 y en 1941. El fracaso de Barbarroja, además de las terribles consecuencias en pérdidas de vidas humanas y destrucción, delimitó el marco del orden mundial de posguerra: EE. UU. y sus aliados versus la URSS y los países del Pacto de Varsovia, que terminó cuarenta años después.

En diciembre de 1941, el imperio del Japón atacó sorpresivamente a la flota estadounidense anclada en Pearl Harbour. Fue el comienzo de la destrucción de ese imperio militarista y orgulloso, y la expansión de la guerra a todo el Pacífico. El almirante Yamamoto no se hacía las ilusiones de Hitler de una victoria total basada en el carácter casi inhumano de los soviéticos. Pero igual dio la orden de ataque.

En 1941 se produjo la guerra entre el Ecuador y el Perú. El país no podía vivir en circunstancias políticas y sociales más agitadas, cuya expresión fueron los 7 jefes de Estado que se sucedieron desde la caída de Velasco Ibarra en 1935 a 1939.

El resentimiento por parte del Ecuador, la conocida “herida abierta”, acompañó como sombra pero también como apelativo a la unidad siempre frágil hasta el final del siglo.

¿Alguna “lección”? Eso es lo que hay que resolver.