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¿No debería cada uno de los votantes, en ejercicio de su responsabilidad pero en nombre de su supervivencia, preparar su manual para elecciones para mantener lo logrado y preparar un porvenir distinto?

¿Qué país es el que va a votar el próximo domingo 7 de febrero? ¿Con qué rostro va a quedar consignado, como en los pasaportes o en las cédulas, para los años venideros? Si volvemos atrás, a una fotografía icónica, la de las elecciones del año 1979, la del “retorno a la democracia”, el rostro de hoy muestra a un país desconfiado, agrio, fragmentado, divorciado de su clase política, la cual tiene que recurrir a verdaderos baratillos de ofertas, se dice que hasta al reparto de dinero en efectivo casa por casa como prenda de lo que vendrá si ese candidato gana para poder atraer la atención y la confianza de “los mandantes”.

La desconfianza aparece hasta ahora en el alto número de indecisos, el posible porcentaje de ausentismo nunca registrado en ocasiones anteriores y la amenaza de un fuerte voto nulo. Todas estas posibilidades, lamentablemente, no solo ponen a prueba los discursos políticos de los candidatos sino la propia estabilidad del país. Que los acontecimientos diluyan estos temores.

¿Cuánto pesa en el imaginario colectivo el encierro, la pérdida de trabajo, la partida prematura de familiares, amigos y personas por el COVID-19, el macabro negocio del robo de medicamentos médicos, los sórdidos crímenes ocurridos desde entonces, desde el de israelitas desconocidos hasta el de un joven periodista que ha llenado de indignación y dolor a la ciudadanía? ¿Cómo puede aliviarse esta agrura acumulada? ¿Con más ejercicios de prestidigitación a base de ofertas imposibles de cumplir?

País fragmentado y divorciado de su clase política. El número de candidaturas a la presidencia es suficiente para mostrar que somos “ciudadanos sin república”. Para colmo, el bajísimo porcentaje de aceptación alcanzado por la mayoría de ellos, muestra que las expectativas están en otra parte.

¿No es necesario entonces, hoy más que nunca, prepararnos para decidir el futuro rostro del país? ¿No debería cada uno de los votantes, en ejercicio de su responsabilidad pero en nombre de su supervivencia, preparar su manual para elecciones para mantener lo logrado y preparar un porvenir distinto?