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El presidente y los rectores

Avatar del Joaquín Hernández

Reconocimiento de la diversidad académica para las privadas como el derecho a su propia gobernabilidad en requisitos y duración de sus autoridades, derogatoria del perverso código de ingenios, etc

En su primera reunión oficial con los rectores de universidades del país, el pasado jueves 17 de junio, el presidente Lasso convocó a una nueva forma de relación gobierno-educación superior, innovadora y hasta “disruptiva”, para utilizar el término de moda.

Innovadora, por el lugar simbólico desde el que eligió hablar, el de los jóvenes, a lo que se suele llamar, “la academia”. “Resulta un poco paradójico que un bachiller le hable a la academia, pero esta es la realidad: el presidente no tiene título universitario pero se atreve a hablar a los rectores de las universidades”. Muchos mensajes en pocas palabras en tono coloquial y sin aspavientos, en ruptura con tanto discurso aparentemente conceptual, estilo prócer académico, lleno de lugares comunes que han adormecido a las audiencias universitarias durante estos últimos largos años.

“Jóvenes desesperanzados”. La causa: no encuentran cupo en las instituciones de educación superior. ¿Por qué? Por varias razones. Nadie, entre los insignes planificadores del presente y futuro del país, previó que en esta década, por el aumento poblacional, una cantidad mayor de jóvenes bachilleres iba a requerir estudios superiores. Mientras las universidades eran obligadas a seguir, dócilmente, “los lineamientos del Plan Nacional de Desarrollo”. En vez de ampliar más cobertura en los años de la abundancia del boom petrolero, se creó más burocracia obsesionada por el control, se denostó a la enseñanza en nombre de la investigación, se multiplicaron reglamentos, procedimientos y normativos ingeniosos.

El presidente mostró varias opciones. Incluso la propia que fue exitosa sin la academia. Ante su planteamiento, la respuesta es ser más eficientes. Eficiencia quiere decir autonomía sin más, como aprobación por parte de las propias universidades de sus carreras, programas y alianzas internacionales. Reconocimiento de la diversidad académica para las privadas como el derecho a su propia gobernabilidad en requisitos y duración de sus autoridades, derogatoria del perverso código de ingenios, etc.