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Políticamente incorrecto

Avatar del Joaquín Hernández

"La región, salvo excepciones, fue sombreada por movimientos populistas, reivindicativos de las necesidades no resueltas por el modelo de democracia liberal..."

La frase “políticamente correcto” fue utilizada en los años noventa del pasado siglo por los críticos del Establecimiento, para denunciar que el orden político vigente imponía a los ciudadanos una manera de expresarse que excluía cualquier disenso. Dichos críticos pertenecían a movimientos de izquierda o contestatarios de las políticas de las democracias liberales de la época, triunfantes a raíz de la caída del Muro de Berlín y del fracaso de la Unión Soviética y de los modelos de socialismos reales que imperaban en el mundo, con contadas excepciones como Cuba y Corea del Norte.

Ya para entonces, China había dejado de ser un socio, relevante y todo, pero socio, del modelo del Estado socialista impuesto por la URSS.

En América Latina, a finales del siglo XX, pero sobre todo en las dos décadas primeras del XXI, la situación cambió en términos generales. La región, salvo excepciones, fue sombreada por movimientos populistas, reivindicativos de las necesidades no resueltas por el modelo de democracia liberal y que residían en el ámbito de la cultura, desconocido para políticos formados solo en desarrollo económico.

Estos movimientos utilizan, mezcladas, consignas y conceptos de la izquierda marxista con reivindicaciones culturales de los sectores que se sienten no reconocidos por el modelo de democracia liberal. En el poder, transforman lo políticamente correcto como su propio discurso y censuran los demás. Así se explica cómo, hace pocos días, por ejemplo, se impidió, por parte de la decana de Sociología y Ciencias Políticas de la universidad Complutense de Madrid, del partido Podemos, que Leopoldo López, uno de los líderes de la democracia venezolana, que pudiese hablar por “motivos de seguridad y de crispación política”. Podemos, como se sabe, es un partido populista que se autodenomina de izquierda, socio y auspiciador de gobiernos como el de Maduro.

En este sentido, el nuevo gobierno ecuatoriano debe asumir la transformación de lo “políticamente correcto” y cancelar la cultura del resentimiento social que ha imperado destructivamente.