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El bolero al ‘reggaeton’

Avatar del Joaquín Hernández

"De condición fáustica, asume voces diferentes de tiempos distintos, para cantar los mismos temas del amor..."

En días pasados, la Universidad Espíritu Santo, UEES, presentó, en su nuevo espacio académico de reflexión, Contrastes (canal YouTube UEES), el programa: Amor perdido: del bolero al ‘reggaeton’, dedicado a dar cuenta de las transformaciones que han ocurrido en nuestras sociedades a través de la música y de su referente casi inevitable, la relación amorosa. 

El programa se inicia con la rememoración del bolero, ese género que tiene orígenes extracontinentales pero que en las primeras décadas del siglo XX desembarcó de Cuba en Yucatán y de ahí pasó a la ciudad de México, desde donde hizo sentir y cantar a toda América Latina durante casi un siglo.

El título de la canción de don Pedro Flores, Amor perdido, que María Luisa Landín consagró en el México de los años cincuenta del siglo pasado, es el nombre de la permanente búsqueda de identidad afectiva de quienes viven en sociedades de rápidas y profundas transformaciones, donde el presente es el precario equilibrio entre la nostalgia de la plenitud perdida en el pasado, que se vuelve mítica, y la ansiedad, apasionante pero inquietante, del futuro que se anuncia.

El bolero anunció ya, sin tener a Zygmunt Bauman entre sus referentes teóricos, la liquidez de los sentimientos: “Fue un juego y yo perdí/esa es mi suerte/y pago porque soy buen jugador”… que se resume en la consigna, “…ahora soy libre quiero a quien me quiera/ ¡Qué viva el amor!”. De condición fáustica, asume voces diferentes de tiempos distintos, para cantar los mismos temas del amor, como cierra mágicamente el programa Contrastes, con la famosa canción Piensa en mí, de Agustín Lara, en la voz del propio compositor, a la que van sucediendo las voces de Los Panchos, Luz Casal y finalmente, Nathalia Lafourcade.

El programa contrasta no solamente por las intervenciones de los invitados sino por la participación de jóvenes talentos como Abril y Frank Molina de la Escuela de Artes de la UEES, que con nueva sensibilidad cantan una vez más Amor Perdido, con el encanto y la actuación que se merece esta “épica del desdén amoroso”, como la llamó Carlos Monsiváis.