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Joaquín Hernández: El frenesí inútil

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Es una novela melancólica que habla de la soledad humana y del fracaso de los intentos por conjurarla

Si las novelas fuesen solo la expresión de una época, envejecerían, y en un momento dado no habría ningún interés en leerlas. Pero si no narrasen la experiencia de una época, una ciudad o unas gentes, solo serían monólogos interminables y aburridos, imposibles de leer excepto como una forma refinada de tortura. Todo a propósito de que se celebra el centenario de la primera edición de El gran Gatsby, de Francis Scott Fitzgerald y que por ello sentimos la necesidad de leerla, aun por quinta vez.

Del libro se ha dicho que es la novela de la era del jazz. Es una etiqueta, pero el mismo autor tiene un ensayo, Ecos de la era del jazz, donde el tono recuerda la fiesta del magnate a la que asiste Nick Carraway, su narrador, al comienzo de la novela, que podría justificar la denominación: 

“Las luces se hacen cada vez más intensas a medida que la Tierra se aleja del sol dando bandazos, y la orquesta toca música de cóctel, y la ópera de las voces sube un tono… los grupos cambian con más rapidez, crecen con los recién llegados, se disuelven y se forman en el mismo suspiro”. 

En su ensayo, Scott Fitzgerald anota sobre la índole de las personas de la era del jazz: “Apenas habían comenzado a recuperar el aliento los más conspicuos ciudadanos de nuestra república, cuando la más salvaje de todas las generaciones, la de aquellos que fueron adolescentes durante las tribulaciones de la Guerra, se abrió paso entre mis contemporáneos antes de subir bailando a la palestra”. 

¿Estamos ante la novela del frenesí? Y sin embargo, El Gran Gatsby es algo más que eso. Es una novela melancólica que habla de la soledad humana y el fracaso de los intentos por conjurarla. Las páginas dedicadas al crepúsculo en Nueva York podrían incluirse entre las dedicadas al ‘contemptus mundi’ (el desprecio del mundo) de Kempis o de Jorge Manrique y más contemporáneamente a los versos de T.S. Eliot al traer las nimiedades de la vida de Prufock.

“En el crepúsculo encantado de la metrópolis algunos días la soledad se volvía obsesiva, e incluso la sentía en otros, empleados jóvenes y pobres que mataban el tiempo delante de los escaparates y esperaban la hora de cenar solos en un restaurante”.

El gran Gatsby es también una novela irónica sobre la condición humana y sus expectativas. El amor imposible de Gatsby por Daisy muestra, como señaló Harold Bloom, la destrucción del sueño americano y la imposibilidad de hacerlo. Es el ritmo de la condición humana: “Así seguimos, golpeándonos, barcas contracorriente, devueltos sin cesar al pasado”.