Joaquín Hernández: Ambigüedades de una victoria
Pero todo depende ahora que el presidente logre aprobar las reformas necesarias para reducir drásticamente la pobreza
Señalaba Carlos Pagni en La Nación que la reciente y sorpresiva victoria del presidente argentino Javier Milei en las elecciones de medio período de diputados y senadores, el pasado domingo 26 de octubre, se debió fundamentalmente a dos factores: la baja de la inflación y el miedo a un descalabro económico. Habría, sin embargo, que añadir un tercero a favor de Milei: su cambio, operado desde la derrota de septiembre, de una actitud poco conciliadora y prepotente a otra abierta al diálogo y a establecer puentes con posibles aliados no adscritos a su movimiento, La Libertad Avanza (LLA). Triunfó en 18 de las 24 provincias argentinas -Buenos Aires, que era un bastión kirchnerista, entre ellas- y alcanzó el 41 por ciento de los votos, algo imprevisto para los analistas de la campaña política e incluso por el mismo gobierno, que esperaba quedar tres o cuatro puntos debajo del kirchnerismo.
La baja de la inflación es un logro de Milei. Debió haber pesado favorablemente en la elección de los votantes, porque aquella es uno de los grandes males de la Argentina contemporánea y donde han fracasado estrepitosamente los gobiernos peronistas, ya que ellos mismos, con su modelo económico, han sido sus propiciadores. En cuanto al miedo al descalabro económico, tiene dos caras, una positiva y otra negativa. Esta última es frecuente en los escenarios eleccionarios de la región: votar por el mal menor. Esto no es un motivo para sentirse ni orgulloso ni seguro. La cara positiva es que los votantes esperan que su elegido sea capaz de implementar reformas que modifiquen la crítica situación que se vive. Estos tres factores pesaron más que los errores del gobierno de Milei.
Pero la victoria no es definitiva. Ciertamente, el kirchnerismo ha resultado fuertemente golpeado. Pero todo depende ahora de que el presidente logre aprobar las reformas necesarias para reducir drásticamente la pobreza, aumentar el empleo y reflotar la economía. Ello supone el manejo político de una red de alianzas con partidos y movimientos cercanos para el primer gran acuerdo: la aprobación del presupuesto. Luego la reforma tributaria y la laboral, que de lograrse volverían a la economía argentina competitiva. Todo ello implica un Milei que ya no va a gobernar solo, sino en permanente diálogo con sus aliados, lo que supone la rara virtud de la humildad en una época en que están de moda los autoritarismos.