La perspectiva de Irán después de Soleimani

‘Antes de los últimos acontecimientos, Irán (cada vez más aislado en el mundo) buscaba modos de exhibir poder en la escena internacional’.

El ataque estadounidense que provocó la muerte de Qasem Soleimani, comandante de la Fuerza Quds iraní, fue indudablemente una importante escalada en el largo conflicto entre ambos países. Pero no implica necesariamente el inicio de la Tercera Guerra Mundial (como algunos analistas ya predicen). 

Además, aunque Estados Unidos haya conseguido una ventaja táctica inmediata con el asesinato, lo sucedido puede terminar siendo de provecho para el régimen iraní, que viene tomando medidas drásticas para mitigar los graves desafíos regionales e internos que enfrenta. Tras el ataque contra Soleimani en Bagdad muchos iraquíes no se preguntan cuándo dejarán el país los iraníes, sino cuándo lo hará EE. UU.

 Asimismo, en Irán hubo manifestaciones masivas contra el deterioro de las condiciones económicas, que el régimen reprimió con brutalidad asombrosa con cientos de muertos y miles de arrestados. Desde entonces, Khamenei es blanco de críticas (incluso desde su base de apoyo tradicional) por su mal manejo de la situación. Igual que ante la explosión de descontento en Irak, necesitaba un modo de cambiar el discurso, y EE. UU. lo ayudó temporalmente a conseguirlo. Antes de los últimos acontecimientos, Irán (cada vez más aislado en el mundo) buscaba modos de exhibir poder en la escena internacional y participó por primera vez en operaciones navales conjuntas con Rusia y China; funcionarios iraníes anunciaron planes de arrendar el puerto de Bushehr en el Golfo Pérsico a Rusia. 

Las implicancias estratégicas a largo plazo de una fuerte presencia naval de Rusia y China en el Golfo Pérsico son innegables, puesto que estos dos países son los candidatos más probables a desafiar a EE. UU. en años y décadas venideros. El cambio de estado de ánimo que siguió a la muerte de Soleimani ofrece al régimen iraní una ventana de oportunidad para consolidar sus lazos con ambos. Al acicatear a sus representantes en Irak para tomar por asalto de la embajada estadounidense, el régimen se confió demasiado y subestimó la disposición del presidente estadounidense Donald Trump a responder con la fuerza. 

Pero al elegir a Soleimani como blanco del ataque, es posible que también EE. UU. haya calculado mal la capacidad y voluntad de respuesta de Irán. El estado de la economía y el nivel de descontento obligan a Khamenei a mantener de su lado a la Guardia Revolucionaria y a las milicias leales. Y esas fuerzas claman venganza. Para Khamenei la clave será hallar una respuesta suficientemente vigorosa para satisfacer a su base, pero no tan provocativa que incite a una escalada plena. 

La administración Trump viene actuando sobre el supuesto de que el régimen iraní está tan despojado de legitimidad y debilitado por el malestar interno que no soportaría una guerra a gran escala con EE. UU. Trump insiste en que una guerra con Irán sería muy breve. Pero el régimen iraní tiene profundos lazos culturales, económicos y de inteligencia en toda la región, y sobre todo en Irak. 

Domina el arte de la guerra asimétrica y no le queda otra alternativa que responder de algún modo a la muerte de Soleimani. Esperemos que Khamenei y su gobierno empleen actos de represalia solo simbólicos, y que EE. UU. actúe con prudencia estratégica en respuesta a la próxima jugada de Irán. O podemos terminar con una guerra que casi nadie desea.