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Identidad digital

Avatar del Jaime Rumbea

La identidad en sentido tradicional es muy distinta a la identidad en sentido digital’.

Si no has hecho un ‘zoom’ para mostrarte experto en algo, simplemente no estás en nada. Así parece suceder a fiarse por todos los webinars y charlas y encuentros de expertos y seudoexpertos, pues en el trajín incesante parece que los años de estudio e investigación, o la experiencia, se confunden con los cursillos prácticos de unos poco días o, simplemente con nada.

Si no relatas dónde estás, qué pequeño logro has tenido en el inicio de la mañana, qué novedad te cruzas -por cotidiana que sea- antes del mediodía, si no te has tomado un ‘selfie’ hasta la tarde, es como si no existieras. Como si no fueras nadie. Pero, aunque lo fácil es sucumbir, ¿qué tan cierto es aquello de existir por medio de las redes? ¿Qué importa para nuestra identidad y asuntos existir a través de un ‘tweet’ o un ‘reel’?

La identidad en sentido tradicional es muy distinta a la identidad en sentido digital.

Más allá de la caricatura de sí mismos en la que se convierten quienes compiten a título personal por atención en las redes, nuestra identidad digital -aún hoy- no nos pertenece.

El conjunto de atributos que conforman la identidad en el sentido tradicional son propios a una persona, quien decide comprometerlos o no, cederlos, o ¿por qué no decir venderlos? Pero tanto como tienen el doctor o el abogado datos personales desde siempre, su carácter de activo productivo nace con la era digital. En el mundo en red, los atributos de la identidad dejan de pertenecerle exclusivamente a quien los sube, carga, cuenta, o muestra, desde el momento en que ha dado el clic de consentimiento: luego será la red de su preferencia la que ostente la propiedad sobre esos “activos digitales”. La identidad es compartida en red, es entregada y luego es tomada de estos sitios por terceros y terceros. Muchos más atributos de los que imaginamos sobre nuestra identidad hacen parte de este valioso acervo, sobre el que expertos buscan cómo devolver el control donde corresponde.

Y esto, incluso en nuestro país. La novel Ley de Protección de Datos Personales lo muestra. Quedan dos años para su plena aplicación.