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Evidencia

Avatar del Jaime Rumbea

Dejamos perder la evidencia en la cacofonía, en la corrupción de conceptos, en el apuro y en supuestos heroísmos.

Sería, estaría, podría, parecería, se entendería, creería, debería, llegaría, se iría. Con esto de las nuevas olas y nuevas cepas de COVID-19, como con la carrera de las vacunas, la realidad ha pasado de presentarse conjugada en variantes del ser y del estar, a describirse meramente en condicionantes y supuestos sobre el futuro. Y todos estamos tan pasmados que nadie repara.

El ministro británico de Salud ha sido claro en que no existe nueva cepa; que los nuevos contagios derivan de una variante del coronavirus que ya había sido identificada en varios países del mundo a mediados de año. Pero como aquello no es atribulada especulación que amerita reenvío inmediato, que se pierda esa información.

Igual pasa con el supuesto nivel de contagio y el supuesto nivel de letalidad de esta nueva ola: sobre ninguno de estos dos supuestos existe certeza científica, pero, obviamente, sobre el primero se cierran fronteras mientras que sobre el segundo, pues, ni siquiera se habla. Es igual que ganar unas elecciones con fraude: se publicita el triunfo, mientras se esconde el fraude.

El ministro de Salud del Ecuador decía en una entrevista el lunes 21 al mediodía, en Telerama, que no existen en el país incrementos representativos de contagios ni de hospitalizaciones. Pero el artículo número uno del Decreto de Excepción publicado horas después justifica las renovadas restricciones en un aumento de casos que el ministro del ramo desconocía horas antes.

Es curioso que refunfuñamos a diario sobre la corrupción cuando se trata de contratos, de millones, de historias dignas de Netflix. Pero corrupción es también convertir la realidad en una pantomima que nos tiene pegados a las teles tratando de entender el sinsentido, mientras desaparece del debate información clave.

La buena política consiste en la toma de decisiones sobre evidencia. Para los griegos, sobre todo cuando versaba sobre incógnitas, la política también era prudencia. Pero ahora la prudencia está trastocada: dejamos perder la evidencia en la cacofonía, en la corrupción de conceptos, en el apuro y en supuestos heroísmos.