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Jaime Rumbea: Cieguitos voladores

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Yo estoy al derecho, dado vuelta estás vos.

Yo estoy al derecho, dado vuelta estás vos; yo estoy al derecho, dado vuelta estás vos… Es el coro de una canción de la banda argentina Sumo, cuyos éxitos preceden e inspiraron gran parte del rock argentino, a su vez matriz del rock latino en general. La canción -el Cieguito volador- usa la imagen de murciélagos colgados patas arriba para alimentar la idea de que todos tenemos perspectivas diferentes y que zanjar quién está al derecho y quién al revés no es más que cuestión de perspectiva.

Escribir columnas de opinión obliga a preguntarse quién está al derecho y quién al revés y, hace falta una brutal, ciega autoestima, para escribirlas todas las semanas, considerando que puede uno estar al derecho, en lo correcto, siempre. No es así. Somos también cieguitos voladores; a veces al revés, tal vez al derecho, volando con un radar y tratando de interpretar lo que hay a nuestro alrededor.

Las opiniones no se discuten, decía el jurista italiano Norberto Bobbio. Todo debe poderse argumentar, discutir, decía Perelman, en su Tratado de la Argumentación, so pena de que todo dé lo mismo, nada sea mejor que otra cosa, ni haya referencias válidas del bien o del mal. Respetar cualquier opinión sin beneficio de inventario, o estar dispuesto a poner todo en duda y discutirlo, como si ningún argumento pudiera ser en esencia superior a otro, es anomia total. Caemos entonces sin escapatoria en reflexiones morales. Qué es bueno y qué malo en cada momento es un consenso social. Hasta la estética; el estudio de la belleza ha reconocido ahora con ayuda de la neurología que las cosas cambian: lo bello de hace siglos no es, aunque sorprenda, bello hoy.

La semana pasada me le cargué en esta columna a los que parecen a todas luces, delincuentes. Es que los hay por doquier. La realidad es que al menos hay que estar dispuesto a preguntarse por qué todas las noticias, opiniones y conversaciones de salón nos llevan al mismo lloriqueo moralista de que todo está podrido. Esto no es nuevo, ha pasado miles de veces en la historia de la humanidad: todo se sentía podrido en algún momento de la Grecia antigua, de la historia romana, hacia el final de la Edad Media...

Volvemos al porqué de la palabra crisis, que significa solo cambio. Y a la humildad con la que hay que comprender que, con la mejor interpretación posible del consenso social, se tiene que buscar por dónde debe despuntar el cambio.