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Temer al temor mismo

Avatar del Iván Baquerizo

En toda situación adversa de la historia de nuestra nación, un gobierno franco y enérgico ha contado con la comprensión y el apoyo del pueblo, fundamentales para la victoria’.

Siendo alrededor de la once de la noche en este histórico 24 mayo de 2021, aniversario 199 de la gloriosa Batalla del Pichincha y día de la investidura de Guillermo Lasso Mendoza como presidente constitucional de la República del Ecuador, me encuentro en Quito, después de un largo fin de semana que estoy seguro jamás olvidaré. Y si bien me encuentro cansado por todos los eventos a los que tuve el privilegio de ser invitado y asistir, continúo con un ‘rush’ de adrenalina que me mantiene en una suerte de estado de exaltación asombroso y que confío me dé la energía necesaria para terminar esta columna antes del límite de entrega que es en apenas unas horas.

Pocos días atrás, el país tuvo la inteligencia y el acierto de elegir un presidente de la estatura de Guillermo Lasso Mendoza. El presidente Lasso ha sido una persona que ha triunfado en muchos de los ámbitos de la vida; en lo personal, en lo empresarial, en lo social, en lo comunitario y en lo político. Un ganador, en definitiva. Sin pretender ni de cerca ser adulón, porque no es mi estilo, difícilmente pudimos los ecuatorianos elegir una persona con los principios sólidos y la capacidad para ser presidente que tiene Guillermo Lasso Mendoza.

Es que la coyuntura luce aterradora: una pandemia que se resiste a dar tregua y una crisis político-socioeconómica de inconmensurables magnitudes. La degradación moral y de principios carcome lo más profundo de nuestra sociedad, desmoronándola en mil pedazos. Y si bien tenemos a una persona competente y a un gran administrador de crisis como presidente, la crisis es demasiado profunda como para que él solo la resuelva. En varios foros el presidente Lasso ha dejado claro que él nos necesita a todos para empujar esa pesada carreta llamada Ecuador, que hoy sufre el enorme lastre de una pobreza desgarradora. En su mensaje a la nación del día de hoy, de manera franca y sincera, el flamante presidente nos ha convocado al Ecuador del encuentro, y estoy seguro que estamos listos para acudir a su llamado.

Siendo las 1:43 a. m. del 25 de mayo, el cansancio me vence. No obstante, antes de cerrar esta columna, quisiera rememorar el discurso de inauguración de Franklin Delano Roosevelt -FDR- el 4 de marzo de 1933. Eran momentos muy duros pues la Gran Depresión de los años 30 azotaba sin piedad a Estados Unidos y al mundo. Encontrándonos hoy en día en circunstancias similares, donde debemos ineludiblemente enfrentar y vencer la adversidad que nos pretende someter, les dejo a titulo de inspiración las profundas palabras de FDR el día de su posesión como presidente: “Esta gran nación resistirá como lo ha hecho hasta ahora, resurgirá y prosperará. Por tanto, ante todo, permítanme asegurarles mi firme convicción de que a lo único que debemos temer es al temor mismo, a un terror indescriptible, sin causa ni justificación, que paralice los arrestos necesarios para convertir el retroceso en progreso. En toda situación adversa de la historia de nuestra nación, un gobierno franco y enérgico ha contado con la comprensión y el apoyo del pueblo, fundamentales para la victoria. Estoy convencido de que el gobierno volverá a contar con su apoyo en estos días críticos”.

¡Hasta la próxima!