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Iván Baquerizo | Falsos dilemas

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Sí, es un riesgo darle más poder al Estado. Pero es un riesgo necesario

Mariano Grondona es un politólogo y ensayista argentino, encasillado como un político conservador. Su pensamiento se asemeja al extinto partido republicano americano pre-MAGA; liberal en lo económico y conservador en lo social. Su obra Las ideologías del siglo XX es una fascinante descripción de las ideas que modelan las sociedades. De aquel libro, recuerdo una lúcida advertencia; “Cuando se extingue el orden, las masas no claman por libertad, sino por autoridad”.

En estos atribulados días, la ‘opinión pública’ ha estado debatiendo acerca del aparente dilema de tener que concederle más y más poderosas herramientas al Estado para combatir la delincuencia pero también para coartar nuestras libertades individuales. Es decir, dar paso a un nuevo mundo distópico donde nos tiranice un Gran Hermano orwelliano.

Considero que el liberalismo clásico no es pacifismo tibio ni anarquismo con etiqueta. Es un orden jurídico donde un derecho implica una obligación y donde cada libertad se defiende con el imperio de la ley. Friedrich Hayek en su Camino de Servidumbre diría; “la libertad sólo puede existir en un marco legal fuerte y respetado, que limite las acciones arbitrarias del Estado, así como de los individuos”. Porque donde no hay ley, no hay libertad; hay miedo.

En países con institucionalidad frágil como el Ecuador -asediado por la narco-delincuencia y el crimen organizado- confundir libertades civiles con permisividad frente al delito es un grave error. Ecuador enfrenta el reto existencial de enfrentar las mafias que han penetrado el tejido social a todo nivel, que se disfrazan de estructuras políticas, y que se han tomado barrios enteros. Es inaceptable que, bajo pretexto de una malentendida corrección política, se coarte el verdadero y esencial deber del Estado: proteger la vida, la libertad y la propiedad.

Sí, es un riesgo darle más poder al Estado. Pero es un riesgo necesario. El reto no es temerle a un Estado fuerte, sino a un Estado sin límites. Lo primero es protección dentro de la ley. Lo segundo es el Leviatán que nos devora. La clave está en una sociedad que vele por un equilibrio donde se sea fuerte contra el crimen pero no contra el ciudadano.

Ortega y Gasset advertía: “cuando el Estado se muestra débil con los fuertes y fuerte con los débiles, deja de ser justicia para convertirse en complicidad”. A las cotorras que hoy exigen mano moderada en nombre de una supuesta democracia, hay que recordarles lo que decía Grondona: “El Estado, en verdad, puede violar los derechos humanos de dos modos: por abusos o por ausencias de poder. En el primer caso es el responsable directo del entuerto. En el segundo es el responsable indirecto porque admite con su pasividad que el subversivo se enseñoree y administre el miedo. Desde los tiempos más antiguos la doctrina política ha aceptado que solamente hay una situación peor que la tiranía: la anarquía. En la anarquía no hay un tirano sino miles”.

En la película ‘Gladiator’, decía el general Maximus exaltando a sus tropas; “Lo que hacemos en vida tiene eco en la eternidad”. Lo que hagamos en el Ecuador de hoy tendrá eco en el país que legaremos a nuestros hijos.

¡Hasta la próxima!