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24 de Mayo

Avatar del Irene Vélez

Sobre el discurso de Guillermo Lasso, vale la pena destacar lo siguiente: en primer lugar el constante referente a Jaime Roldós Aguilera. Eso fue una sorpresa. A lo largo de su vida pública no se lo había escuchado nombrarlo y el 24 de mayo fue citado en la introducción, cuerpo y conclusión. Es interesante lo que el presidente probablemente buscó personificar. Con Roldós habíamos vuelto a la democracia; era el punto final de la era de las dictaduras y se proyectaba en el horizonte un nuevo país. Fue un punto de inflexión. Al parecer es lo que el nuevo mandatario pretende simbolizar. El fin de la era de los caudillos. Más difícil hacer que decir. Guillermo Lasso se ha puesto la vara alta por lo siguiente: la decisión de mantenerse al margen del uso (o abuso) del poder no depende exclusivamente de él. En otras palabras, si las diferentes fuerzas políticas no están en la misma sintonía y los cambios propuestos para la reestructuración del Estado ocupan el segundo lugar (y siempre y cuando no contradigan sus aspiraciones políticas), Carondelet y sus ministerios se verían arrinconados al gobierno por decreto. Tal vez la forma de entender el final de la era del caudillo no sea el final de la autoridad, sino el final del verticalismo, del mesianismo y de la persecución a toda voz disidente a la verdad oficial. Otro punto a destacar sobre su discurso fue su estrategia política. A la primera persona que saludó: a la señora presidenta Guadalupe Llori. Mencionó asumir el riesgo de trabajar con “el otro”, pero la oportunidad histórica de cada lado de demostrar que diferencia no significa ingobernabilidad. En otras palabras, controló la narrativa; la valoración de la actuación de Pachakutik, por lo tanto, estará determinada por si se suma o no al Ecuador del reencuentro. ¿Qué más cabe destacar del discurso? Es la primera vez que resuenan las palabras del liberalismo político clásico en una toma de posesión. Tiene eco en la región, ya que hoy se constituye como la única voz. De esta manera, nos ubica en el mapa de posibles aliados (EE. UU., UE) y en el de la inversión. Ahora viene el reto: que la letra no se quede en el papel.