Premium

La otra cara de Qatar

Avatar del Iñigo Balda

A pesar de todo lo que se imprime en medios extranjeros, cada país avanza a su propio paso. En Ecuador, si bien se ha mejorado, y seguimos mejorando en seguridad del trabajador, tenemos aún un camino por recorrer

Esta columna la escribo desde el aeropuerto de Abu Dabi, donde hago escala de camino a cumplir uno de mis sueños más grandes desde que soy un niño: asistir a un mundial de fútbol. Si bien llego tarde, ya que Ecuador lamentablemente ya está eliminado, llegaré a ver dos (quizás tres) partidos de cuartos de final de un mundial. Esta también es mi primera vez en un país del rico golfo Pérsico, notoriamente conocidos por su falta de respeto a los derechos humanos, y un gran arraigo de tradiciones que en el mundo occidental nos pueden parecer caducas o extrañas. Es una ventana a un mundo con el que solo he tenido contacto antes en Israel, que es muy distinto a lo que me voy a encontrar en Qatar.

La FIFA, en plena campaña de limpieza de imagen por el escándalo de compra de votos para escoger Qatar como sede, nos vende que este mundial es una misión catalizadora de cambio para bien en la región. La FIFA sobre todo se está enfocando en “los cambios que hemos forzado a Qatar hacer en materia de instalaciones, trato y seguridad de los obreros”. Esto está claro en cada investigación lanzada por varios medios, sobre todo británicos, en que las condiciones no solo son inadecuadas, sino que hasta humillantes, a pesar de los grandes avances que venden tanto Qatar como la FIFA. ¿Cómo habrán sido antes si una cocina para 2.000 personas, baños insalubres y habitaciones diminutas para 15 personas sin ventilación (30º C de temperatura media) son un progreso?

A pesar de todo lo que se imprime en medios extranjeros, cada país avanza a su propio paso. En Ecuador, si bien se ha mejorado, y seguimos mejorando en seguridad del trabajador, tenemos aún un camino por recorrer. Por eso puede parecer un poco hipócrita criticar cómo se hacen las cosas en otro país, pero por eso considero importante ver, ‘in situ’, como es la cultura en realidad. Durante el mundial es más complicado (todo el mundo pone su mejor cara cuando tiene invitados en casa), siempre se puede sacar conclusiones.

La Federación Española de Fútbol cree en el poder del fútbol para cambiar las cosas, en el caso de la RFEF, los derechos de la mujer. Es por eso por lo que se llevó la Supercopa de España a Arabia Saudí, un país bastante más restrictivo que Qatar en casi todos los casos. Ya van tres ediciones de la Supercopa y la RFEF se autocongratula de que durante el evento las mujeres pueden ir libremente al estadio, sin necesidad de permiso del marido, padre o hermano. ¿Es este cambio permanente? Negativo. En cuando termina el evento todo vuelve a la situación anterior. Será interesante ver cuál es la situación actual de Qatar, y cuál es el verdadero legado en derechos posterior al mundial más controversial de la historia.

Yo soy un creyente en el poder del fútbol, pero no creo en que el fútbol tenga el suficiente poder para cambiar la forma de trabajar, pensar y tratar a otros de 300.000 personas acostumbradas a tener a 2,5 millones de extranjeros a su servicio.