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En el “mate”

Avatar del Inés Manzano

"...si bien la depresión es la condición que la mayoría asociará con problemas de salud mental y principal causa de discapacidad en todo el mundo, no es el problema de salud mental número uno que enfrentan las personas; es la ansiedad"

Los temas importantes durante la pandemia fueron, el económico (desempleo, retraso en pagos, contracción); social (corrupción y evidencia de antivalores en la función pública); bienestar (hambre, desnutrición, violencia contra la mujer, personas mayores, niñas). Pero hay uno más que no hemos solucionado ni enfrentado: la salud mental.

¿Qué es? Se define como el estado de armonía y equilibrio del ser humano, que le permite sentirse bien consigo mismo, realizarse en relación a sus creencias, interactuar de una manera consciente, coherente y respetuosa con su entorno cultural, social, natural y otros. La salud mental permite desarrollar valores y suscitar condiciones éticas para construir un proyecto de vida y desarrollarse como sujeto de derechos. En este sentido, de acuerdo a la Organización Panamericana de la Salud, es más que la ausencia de trastornos mentales, e incluye bienestar subjetivo, autonomía, competencia y reconocimiento de la habilidad de realizarse intelectual y emocionalmente.

Dentro de los detonadores para alterar la salud mental de los individuos están desde el enfrentar una enfermedad desconocida; estrés de la vida diaria, como conflictos familiares, laborales o soledad; situaciones inesperadas, como la muerte de un ser querido; hasta vivir en entornos marginales sin servicios públicos. Y para todos estos detonadores hay que desarrollar factores que protejan al individuo o a una comunidad. Pues también existe la salud mental comunitaria.

De acuerdo al Foro Económico Mundial, si bien la depresión es la condición que la mayoría asociará con problemas de salud mental y la principal causa de discapacidad en todo el mundo, no es el problema de salud mental número uno que enfrentan las personas; es la ansiedad. Se estima que 275 millones de personas padecen trastornos de ansiedad. Alrededor del 62 % de los que sufren de ansiedad son mujeres.

Para el 2030, el costo para la economía mundial de todos los problemas de salud mental podría ascender a 16 billones de dólares.

En Ecuador, el INEC, en el 2009 realizó la encuesta de salud, bienestar y envejecimiento, y sus resultados son que la prevalencia de depresión por índice de condiciones sociales a nivel nacional (como vivir sin o buenos servicios básicos) es en indigentes del 54 % y cuando la condición social es muy buena del 11,9 %.

No se ha medido nunca la ansiedad, y tampoco durante esta pandemia. Pero los consultorios de psicólogos, psiquiatras y las condiciones de atención de los institutos de atención psiquiátrica han desbordado sus capacidades. Es fácil concluir que no existe una salud comunitaria en Ecuador, producto de factores exógenos pero también de desatención en los mínimos para el bienestar.

Estamos viviendo el resultado de la inacción, omisión e indiferencia de lo público. Y duele.

Es momento de practicar tres de los factores de protección recomendados: participación y diálogo, en casa y en comunidad; y atención en la buena crianza (peso al nacer, lactancia y educación).

Creemos esa autonomía que nos proteja el “mate”. Está visto que el proyecto de Código de Salud no lo hará.

Pensemos qué líder en casa debo ser, y qué líderes para nuestra comunidad se deben escoger.