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No perder el tiempo

Avatar del Ignacio Granja

Lo cierto es que de tanto enterarnos nos vamos acostumbrando a los atropellos que la ley, ¡qué ironía!, nos impone.

Por ser algo no tangible, muy pocos le dan la importancia debida.

Resulta que en cualquier ámbito de la vida, es muy importante su pérdida y lo que se olvida u omite, jamás se recupera.

A veces por cumplir con ciertos mandatos de la ley, la gente o las autoridades parece que se burlan de quienes están en el camino correcto, es decir los que van por la vida acatando las normas impuestas y tratando de ser normales hasta en su proceder.

Se ha hecho común ver los problemas en las cárceles, como pan del día. Donde deberían regenerarse, pasa todo lo contrario. La torta en mal estado se la han repartido los mismos delincuentes, quienes provocan crisis que afectan a todos en este país y que generan reparos y consejos, no pedidos por supuesto, desde comisiones ridículas, buenas para decir qué hacer mientras no los afecten a ellos.

Los reos, ahora llamados PPL, gracias al mamotreto y sus derivaciones, están gozando como chancho en poza. La gente de bien o el que hurtó algo de muy poca monta, llegan al infierno. Dicen que hasta a los conductores con algo de alcohol en su sangre los mandan a ese sitio, con los peligros y depravaciones consiguientes. Ni qué decir el desangre monetario que su libertad origina, repartiendo dinero a raudales. Un dolor de cabeza menos para las autoridades de tránsito o una fuente menos de ingresos. ¿Quién sabe?

Lo cierto es que de tanto enterarnos nos vamos acostumbrando a los atropellos que la ley, ¡qué ironía!, nos impone.

Matan a cada instante en distintas zonas de la ciudad. En días pasados en el centro de Guayaquil, frente a una iglesia asesinaron a un ciudadano que ostentaba el cargo de fiscal. Persiguen a los delincuentes, atrapándolos minutos después. Los someterán a la ridícula acción legal y a lo mejor salen libres muy pronto o ni siquiera llegan a la cárcel.

Para estos delincuentes que desde el momento de actuar ya perdieron sus derechos ciudadanos, no debería haber ley alguna que los mantenga con vida. De lo contrario se convierten en pipones y parásitos del Estado. Pasan a un estado de mantenidos por todos nosotros.

Un Bukele nos hace falta.