Columnas

Hastiados

"Del país que soñé heredar a mis hijos y nietos, no queda nada. Parece que ya nos rendimos, gracias a los vicios de la mal entendida democracia"

Sí, estamos hastiados de tanta mentira que proviene de los que precisamente deben hablarle con la verdad al pueblo, desesperado por la pandemia, cuarentena y ausencia de salida de esta crisis engendrada por el socialismo siglo XXI, ayudada por los avatares de la vida diaria de este Ecuador y el desgobierno, que no es poca cosa. Todo lo vivido es una farsa forjada para desaparecer cualquier vestigio de honradez política. ¿Cómo vamos a ver un cambio si lo único que percibimos es la continuidad de la maldad ordenada por el Foro de Sao Paulo, pero sin insultos y sabatinas de adoctrinamiento popular? Ahora: discursos cansinos y tolerancia patológica a grupos indígenas y asalariados revoltosos. Comisiones a doquier, presididas por gente comprometida con la mosca de Bélgica, que se ocupa de desorientar y robar hasta en la compra de bolsas para cadáveres. Vemos hospitales de la red nacional de salud manejados por mafias intocables, lucrando del dolor popular. Se permiten explicaciones que ofenden a quien solo piensa. Se sienten dueños de la verdad. No les importa lo que diga la mayoría de ecuatorianos que, por desgracia, callan y por ende, otorgan.

He deseado ver a un grupo de patriotas, unidos para hacerle frente a la maldad proveniente del Foro de Sao Paulo y porquerías afines, pero mi decepción crece con el paso de los días. Uno calla, otro propone la creación del día de no sé qué mamarrachada; otro de manera frontal denuncia intentos de robo, pero ninguno concreta nada.

Los que viven del cuento y son mamones del Estado, ¿acaso alguna vez piensan que destruyen la fuente de su sustento de una manera estúpida? Deberían saber que se morirán de hambre pues no están preparados para nada más. Usufructuar del mamotreto de Montecristi es su máxima aspiración. Es por esta razón que nadie lo toca, aun sabiendo que es el origen del fin del Ecuador. Caminamos hacia el abismo y no hacemos nada. ¡Qué dolor y qué horror!

Del país que soñé heredar a mis hijos y nietos, no queda nada. Parece que ya nos rendimos, gracias a los vicios de la mal entendida democracia.