Columnas

No al racismo y la xenofobia

Estos 75 años de su liberación deben enviar un mensaje claro a todo el mundo.

El 27 de enero de 1945 las tropas soviéticas liberaron el campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau, donde las SS de Hitler exterminaron a más de un millón de judíos, pero también a polacos, rusos, gitanos, comunistas, alemanes, homosexuales, entre otras personas que, para la “cosmovisión” nazi, eran seres inferiores y había que aniquilarlos. Estos 75 años de su liberación deben enviar un mensaje claro a todo el mundo; nunca más globalmente la condición humana puede degradarse de manera tan abyecta y sanguinaria. Para el profesor Nikolaus Wachsmann, es el campo más mortífero y simbólico del Holocausto. Cuando esa tarde de sábado los soldados del 60º Cuerpo del Ejército de la URSS liberaron este campo construido por Alemania en Polonia, la Gestapo lo había evacuado y dinamitado las cámaras de gas. Pero, rápidamente, los soviéticos descubrieron que algo horrible había ocurrido allí. Según datos de la investigadora Sybille Steinbacher en Auschwitz (Melusina), encontraron 600 cadáveres, 7.000 presos muy cercanos a la muerte, 837.000 vestidos, muchos de ellos de niños; 44.000 pares de zapatos y 7,7 toneladas de pelo, preparadas en fardos para ser transportadas. El genocidio cometido allí no puede desaparecer de la memoria colectiva mundial, debe conservarse ese monumento al genocidio. Debe quedar con toda su barbaridad y espanto para que las futuras generaciones sepan que eso nunca se puede volver a repetir. Esta conmemoración significa un reconocimiento para los que desaparecieron pero también una declaración por la vida de aquellos que lograron sobrevivir, con todos los traumas provocados por esta miserable experiencia de destrucción y muerte. El Nobel de literatura de 2002, el húngaro Imre Kertész, señaló “que él es literato por Auschwitz, que él ha quedado marcado por esa experiencia, porque allá murió y también sobrevivió para continuar viviendo. Y presenta esta literatura de testimonio que dedica a todos los niños que murieron”. No se puede aceptar el antisemitismo ni el odio étnico, pero tampoco el impulsado por Netanyahu contra los palestinos de Gaza y Cisjordania.