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Excepcionalidad y nueva normalidad

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"Esta es la realidad de un período de excepcionalidad, resultado de la imprevisión e irresponsabilidad de los gobiernos"

Llevamos 104 días de restricciones impuestas por el Estado (por el estado de excepción e inmovilidad) como consecuencia de la pandemia del nuevo coronavirus, SARS-CoV-2, que produce COVID-19, que según las poco confiables e incompletas estadísticas del MSP, entre 29 de febrero y 24 de junio ha provocado en el país 51.643 casos confirmados y 4.309 decesos, entre comprobados y probables; mientras en las 3 provincias más pobladas (Guayas, Pichincha y Manabí) se concentra 49,09 % de casos confirmados y 59,92 % de fallecidos. Rectificando que para los alcaldes-consejeros provinciales guayasenses en la provincia entre marzo y abril según el Registro Civil se contabilizaron 10.939 muertos; mientras para la alcaldesa Viteri, con asesoría del matemático Illingworth, en los cementerios de Guayaquil se registran “9.037 (defunciones) sobre el promedio normal”. Parafraseando al poeta Miguel Hernández, “andamos sobre rastrojos de difuntos”, podemos vencer a este tipo de muerte. 

Esta es la realidad de un período de excepcionalidad, resultado de la imprevisión e irresponsabilidad de los gobiernos, el escaso seguimiento de la academia y las lacras de la globalización iliberal para enfrentar el flagelo. Mundialmente nos aproximamos a 10 millones de casos comprobados y medio millón de muertos, desde que China informara del problema; que entenderemos mejor si reflexionamos en “la larga duración” de la historia, en la acepción dada por Ferdinand Braudel, pensar las epidemias y pestes como historias de la Historia, hechos socio-naturales que se producen por la interacción entre humanos y naturaleza en un contexto societario concreto y una determinada economía. Pero como la vida debe continuar, gracias al paulatino dominio del hombre sobre la naturaleza y al desarrollo incesante de su racionalidad, a través de la ciencia y tecnologías que provocan las situaciones de resiliencia que permiten se potencien, sobre cualquier interés particular o individualista los mecanismos de cooperación, solidaridad e integración en la lucha contra riesgos y vulnerabilidades, desde aquí construimos la nueva normalidad.