Una sinuosa dolarización

"Nadie niega los beneficios de la dolarización, pero tampoco se pueden desconocer los elevados costos y daños colaterales, las distorsiones que ha producido en la economía y la cotidianidad (...)"

Los 20 años de celebración han provocado una hemorragia incontenible de loas y elogios por parte de los grandes beneficiados, que se presentan como promotores del proceso de asumir legalmente una moneda extranjera como nacional, y sus ventrílocuos, los economistas ortodoxos ultraliberales, como observamos en los medios de comunicación. 

Se destaca la ausencia de evaluaciones objetivas y técnicas sobre este modelo monetario por parte del Estado y escasos trabajos científicos de la academia, como el caso de la fallida y silenciada Universidad de Guayaquil, que no ha expresado ninguna opinión. Nadie niega los beneficios de la dolarización, pero tampoco se pueden desconocer los elevados costos y daños colaterales, las distorsiones que ha producido en la economía y la cotidianidad; y su discutible viabilidad en un futuro próximo ante guerras comerciales globales y la nueva etapa que se avizora para el capitalismo. Nadie puede negar los grandes cambios económicos y sociales que se han producido entre 2000 y 2020 en relación al descenso en picada de la inflación (que los ajustes neoliberales no pudieron controlar y por los atracos cometidos desde la sucretización hasta la creación de la AGD, y no como señala Gabriela Calderón “…la mayoría de los ecuatorianos que habían llegado a desconfiar del sucre y se rebelaron en masa contra esa moneda”), así como la desaparición de las devaluaciones al no haber política cambiaria. Se destaca el gran aumento del medio circulante, producido por las remesas de los “nadies ”, como diría Galeano, casi 2 millones de expatriados por la pobreza (1996-2008); y los altos precios de los ‘commodities’, particularmente del petróleo hasta 2014. También se produjo un “sinceramiento” de precios de las mercancías, como eufemísticamente llamaban los empresarios, pero nunca se sinceró el valor del trabajo; en la actualidad con el SBU la hora se paga a $ 2,50 mientras en EE. UU. es $ 15. Como señala Expreso, “…, la dolarización ha servido para impedir un nuevo declive financiero, pero no para asegurar el crecimiento económico. La dolarización, por su cuenta, no garantiza el bienestar”.